Aeropuerto de Asturias,

Álvaro FAES

«Hace un mes que no piso el instituto. No sé ni lo que estamos dando, pero tengo un examen ahí mismo». Concretamente, mañana. Entre abrazos y besos, Bruno Méndez volvía a la realidad anoche en el aeropuerto de Asturias. Con el título del European F3 Open -el antiguo Nacional de monoplazas- bajo el brazo, el piloto de La Roda se reencontró con algunos de los que sufrieron el domingo ante el televisor lo que fue una carrera memorable. Tres adelantamientos al límite -el último y definitivo, antológico- le sirvieron para dar la vuelta a una situación que se le había puesto muy cuesta arriba el día anterior en Montmeló. Tres temporadas en la F3, con el broche de oro de haber conseguido el Campeonato con el equipo de Adrián Campos, le ponen en órbita hacia las categorías superiores, las que ya dan acceso directo a la Fórmula 1.

Bruno Méndez (La Roda, Tapia de Casariego, 1990) llegó anoche agotado después su fin de semana más intenso en muchos meses. En su camiseta blanca, ajustada, aparecía Pier Nodoyuna, ese piloto tramposo y gafado de los «Autos locos». La carrera que hizo Méndez el domingo podría inspirarse un capítulo de la disparatada serie de dibujos, porque Bruno vivió en una montaña rusa en Montmeló. Arriba el sábado, antes de la primera de las dos carreras que figuraban en la hoja de ruta. Luego, derrota, roto, hundido tras correr agarrotado, pensando más en su renta de puntos que en sacar adelante la prueba. Con todo perdido, Adrián Campos, un viejo zorro de los circuitos, tomó el mando. No podía dejar que su chico tirase un Campeonato que llevaba su nombre, toda una temporada de dominio, pura dictadura en la pista.

Le lavó la cabeza en media hora, le contó historias de carreras imposibles y tiró del «sal ahí y gana», que los campeones absorben como esponjas. A Bruno Méndez se le vino a la cabeza cómo Hamilton ganó el Mundial de 2008 en la última curva y salió a comerse la pista. El adelantamiento decisivo fue para enmarcar. El italiano Bizarri le cerró el paso en la recta, pero el de La Roda hizo de la hierba circuito, se jugó el tipo y salió vencedor de un duelo sin concesiones. «Tenía claro que no iba a terminar tercero. O le adelantaba o me iba fuera», dijo anoche a su llegada. Necesitaba esa maniobra, porque el gallego Celso Míguez -al que también superó en una curva en bajada con una pasada de manual- venía justo detrás y debía intercalar un piloto entre ambos y recuperar así los puntos suficientes para ser campeón.

Anoche, en el aeropuerto, no se cansó de repasar la película de la carrera. Allí estaba Jesús, su padre, el hombre que le regaló un kart a los cinco años. El primer día se estrelló contra una pila de tablones en el almacén de madera de la familia. Comenzaba una carrera todavía hoy en ascenso. La madre, Dalila López, estuvo en Barcelona, pero no vio el desenlace. Prefirió pasear por el paddock, tranquilla, después de haber estado al borde del llanto por el batacazo del sábado. Cristina, la hermana del piloto, un buen amigo de La Roda y algunas las promesas regionales del karting: Germán Villanueva, Aitor Álvarez... No faltó nadie en el aeropuerto.

La primera felicitación fue del director general del Deportes, Misael Fernández Porrón. Luego, la del presidente de la Federación de Automovilismo, Aladino Martínez.

Y en Tapia, su concejo natal, también habrá homenaje, con fecha sin confirmar pero con recinto asegurado, la recién estrenada Casa de Cultura, como adelantó el alcalde, Gervasio Acevedo, según informa Ana M. SERRANO.