Oviedo, Mario D. BRAÑA

Coronado oficialmente como rey del fútbol mundial, Messi asumió la responsabilidad de sacar al Barça del atasco en el que intentó meterle el Deportivo. Riazor siempre es un campo peliagudo y más cuando el Dépor rentabiliza al máximo sus oportunidades. El asturiano Adrián equilibró con astucia el golazo inicial de Messi y obligó al líder a insistir en el segundo tiempo. Hasta que Pedro puso el balón en la cabeza de Messi y Aranzubía se rindió al argentino. Ibrahimovic, empeñado en discutir con Villa el «Pichichi», aportó su golito para evitar sustos de último hora.

Guardiola volvió a tener razón. El Barça jugó mejor, mucho mejor que en Chapín. Durante media hora arrasó al Dépor con un ritmo endemoniado, con una presión que impedía a los locales llegar siquiera al centro del campo. A la tercera, ya mediado el primer tiempo, reflejó esa superioridad en el marcador, con un zurdazo mortífero de Messi desde el borde del área. Poco después, Aranzubía salvó un mano a mano con Ibrahimovic y mantuvo la esperanza del Deportivo.

Todo el trabajo y las virtudes del Barça se difuminaron por un despiste como el de San Mamés. De nuevo, la jugada más sencilla del mundo dejaba en mal lugar al mejor equipo. Aranzubía sacó de puerta, Busquets sólo alcanzó a rozar el balón y Adrián, el más listo de la clase, peinó lo suficiente para que el balón botara justo delante del portero barcelonista. Así, una primera parte tan desequilibrada en juego se cerraba con un empate.

A la vuelta del vestuario, el Deportivo se creció y al Barça le costó más encarar la puerta contraria. Siguió llevando el peso del partido, pero sin tanta autoridad. Los de Lotina, perseverando en la presión y los balones largos hacia Mista y Adrián, llegaron a creerse capaces de derrotar por primera vez al líder. Pero Guardiola, una vez más, estuvo providencial. Sentó al gris Henry para refrescar el ataque con Pedro, que volvió a aprovechar su oportunidad. No marcó, pero le metió un centro tan preciso a Messi que el argentino sólo tuvo que poner la cabeza para marcar.

Obligado a cambiar de registro, el Deportivo se descubrió y el Barça, por fin, pudo jugar con espacios. Tuvo varias opciones para sentenciar y acabó haciéndolo con un desdoblamiento de Abidal y un centro raso que Ibrahimovic empalmó sobre la marcha. Décimo gol en Liga del sueco, que a este paso hará olvidar pronto a Eto´o. Con su gol, el Barcelona cerraba una semana fantástica, iniciada con la victoria en el clásico y seguida con tres puntos trabajados en Chapín. Un buen balance para centrarse ahora en la Liga de Campeones.