En la era cuaternaria, hace más de 15.000 años, los hombres que habitaron las cuevas de Candamo (río Nalón), de Tito Bustillo (río Sella), de Altamira (ríos Saja y Besaya) y del Castillo (río Pas) eran cazadores y pescadores antes que agricultores y ganaderos. Y había salmones.

En el siglo XII los que construyeron el monasterio de San Pedro de Villanueva o en el XIX los que construyeron la basílica de Covadonga tenían salmón como base de su alimentación todo el año, capturados principalmente con redes, mangas y todo tipo de artilugios ribereños. Seguía habiendo salmones.

A mitad del siglo XX, con los furtivos campando por sus respetos con las redes y los ribereños pescando salmones a caña sin cupo, seguía habiendo miles de salmones.

Al mismo tiempo también dejamos que el hombre moderno del siglo XX multiplique las grandes presas y las pequeñas minicentrales en los ríos, vierta los residuos urbanos a sus aguas, promueva industrias que las envenenan con sus residuos tóxicos, no controle los vertidos masivos de purines de las grandes explotaciones ganaderas, abone los campos con productos químicos que arrasan el oxígeno de los arroyos, construya carreteras y pistas que destrozan con sus escombros sus cauces y los desvían, saque toneladas ingentes de grava de las orillas para abaratar la construcción, pesque salmones sin cuota en el mar con grandes barcos dotados de radares y redes, proteja a los grandes depredadores fluviales como las nutrias y los cormoranes de las riberas, multiplique cargos públicos y funcionarios que cobran y no cumplen con sus obligaciones de protección y fomento de la naturaleza...

De pronto, en la primera década del siglo XXI llega un sabio desde Texas y nos deslumbra con la conclusión de sus sesudas investigaciones: los pescadores, que se dediquen a pagar la guardería y las repoblaciones, pero que no pesquen, para que los salmones se reproduzcan. Punto. ¡Y sin enterarse nadie en 150 siglos! ¡Sencillamente, genial! La Universidad que da cobijo a Ojanguren tiene que avisar urgentemente a las autoridades de Islandia para que no sigan por el camino de las repoblaciones que tanto éxito les están dando, o a las de Alaska, para que detengan a todo pescador que aparezca con una caña. Aquí la Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio e Infraestructuras tiene que darle urgentemente una subvención.

A mí, su descubrimiento me recuerda el chiste del paisano que le confiesa a un amigo: «Solía beber Coca-Cola con ginebra y siempre me emborrachaba; cambié a Coca-Cola con ron y seguía emborrachándome; me pasé a la Coca-Cola con whisky y no mejoré; acabo de decidir no beber Coca-Cola». Pues eso, amigo Ojanguren, como no hay salmones, te propones echar a los pescadores, como si fueran la Coca-Cola del chiste.

Hace 25 años ya echaron del monte a los cazadores y ahora tenemos la décima parte de los urogallos que había entonces. Hace 100 años echaron a los cazadores de Ordesa y en pleno parque nacional se extinguió el bucardo. En Gredos se creó un coto nacional donde la cabra hispánica estaba al borde de la extinción, se siguió cazando ordenadamente y hoy está plagado de ejemplares. ¿Por qué no te estudias un poco mejor la historia del prohibicionismo en la naturaleza antes de sacar conclusiones?