Álvaro FAES

Si hay que buscar un perdedor en el Barça de ayer ése es Zlatan Ibrahimovic. Guardiola lo señaló por la desilusión europea del miércoles y lo sentó junto a él. No quería el atasco que armó el sueco en el ataque cuando había que meter mano al Inter y apostó por Bojan, que brilló de titular, igual que su equipo, un grupo feliz por reencontrarse con su fútbol, por confirmar que la portería no están tan lejos como pareció cuando delante estaba el paredón que armó Mourinho y por meter otra vez presión al Madrid, obligado a ganar hoy al Osasuna en el Bernabeu.

Guardiola retiró a Bojan al final y le pegó un abrazo de amigo, casi de padre. Votos de confianza para el chaval y golpe a la línea de flotación del carísimo delantero. Por eso, y porque el Barça pareció otro equipo anoche en El Madrigal.

Primero, porque tuvo puntería y mandó a la red cuatro de los seis disparos que tuvieron buena dirección. Y después, porque recuperó esa chispa olvidada en el vestuario en la semifinal contra el Inter. Con tres pequeños arriba -Messi, Pedro y Bojan- hostigaron a los lentos Godin y Gonzalo, tuvieron una velocidad de balón muy aceptable y supieron asociarse con la gente del centro del campo para mover al Villarreal hasta que llegó el primer gol, sólo 18 minutos después del inicio.

Claro que enfrente no tenían al Inter y su «catenaccio», sino un Villarreal fiel al modelo de su entrenador Garrido. No quiso el técnico quitarse el traje de equipo encantado de jugar bien al fútbol ni siquiera contra el Barcelona. Y el campo, claro, parecía mucho más despejado que hace tres días en el Camp Nou.

Pero bien pudo el Villarreal dar un buen susto antes de que la máquina azulgrana encarrilase el compromiso. En un par de contragolpes eléctricos, Nilmar se plantó un par de veces delante de Valdés, pero no supo definir ninguna de sus dos opciones.

El juego eran tan fluido, rápido, con el balón de un área a otra velozmente, pero siempre por el suelo, que la primera falta tardó 14 minutos en llegar, cuando el asturiano Cazorla derribó a Busquets. Cuatro más tarde el partido comenzó a teñirse de azulgrana. Bojan se asoció con Xavi y el de Terrassa metió el balón al corazón del área. Allí esperaba Messi, gran control orientado del argentino y pelota a la red. Luego Xavi se coronó con una falta directa imposible para Diego López y Bojan cerró el partido antes del descanso. Quiso reaccionar el Villarreal con el gol de Llorente, pero la situación era culé. Y Messi lo certificó al final.