Mario D. BRAÑA

Cristiano Ronaldo echó la bronca a sus compañeros tras los apuros frente a Osasuna y predicó con el ejemplo en Palma. Esta vez, además, se dio prisa por contrarrestar el gol inicial del Mallorca. Montó una curiosa sociedad con Sergio Ramos en los dos primeros goles y se las ingenió él solito para firmar el «hat-trick». Su cabezonería y su calidad obligan al Barcelona a un nuevo esfuerzo el sábado en Sevilla, donde el madridismo ha puesto todas sus esperanzas de salvar la temporada. Desde luego, con Ronaldo todo es más fácil.

Entre dos equipos que juegan a velocidad de vértigo sólo podía salir un partido trepidante. Y así resultó el primer tiempo. El centro del campo fue sólo un lugar de paso, un trámite para poner en funcionamiento a los velocistas del Mallorca y del Madrid. Sobre todo, «Chori» Castro y Cristiano Ronaldo, que retaron una y otra vez a sus pares. El Mallorca se adelantó en una acción a balón parado, una especialidad de la casa, pero el resto de sus ocasiones se las ganó gracias a los automatismos que ha activado Manzano, con Borja Valero siempre como referencia.

Valero rompió a la defensa madridista varias veces. Suyas fueron las primeras oportunidades, salvadas por Albiol y Casillas, y unas cuantas asistencias de lujo, desperdiciadas por Aduriz y Castro. Con el 1-0, el Mallorca tenía el partido donde quería, muy propicio para su contragolpe letal. Pero no supo jugar con la ventaja. En un minuto concedió dos oportunidades. La primera, tras una escapada de Higuaín, murió en la salida de Aouate. La siguiente demuestra la versatilidad del juego de ataque del Madrid, que tiene mil formas de matar.

Sergio Ramos cruzó un balón a cuarenta metros, en teoría fácil de neutralizar para la defensa y el portero mallorquinista. El problema es que el destinatario era Cristiano Ronaldo. El portugués lo persiguió con tanta fe como velocidad. Las dudas de Aouate hicieron el resto. Ronaldo llegó un poco antes que el portero, lo suficiente para picar el balón, que entró mansamente en la portería. Ronaldo había desactivado una bomba de relojería. Casillas, como en los viejos tiempos, evitó que se volviera a poner en marcha la cuenta atrás.

Tras el descanso arrancó otro partido. Pronto se pudo comprobar que el Mallorca no podía mantener el cuerpo a cuerpo. Reculó y no encontró aire para hacer daño al contragolpe. El Madrid se le tiró al cuello. Y no tardó en hacer sangre. Lo curioso es que fue, otra vez, gracias a la sociedad Ramos-Ronaldo. Un nuevo cambio de juego del lateral, un buen pase al que el portugués puso el valor añadido del control y de la definición, de nuevo llegando unas décimas de segundo antes que Aouate. La ventaja era mínima, pero el partido estaba resuelto. Ni los cambios de Manzano levantaron al Mallorca.

Por si acaso, Cristiano Ronaldo buscó su primer «hat-trick» con el Madrid. Porfió por la banda izquierda, se fue de dos defensas y disputó con fe el balón a su compatriota Nunes. De nuevo solo ante Aouate, ya fue coser y cantar. Su gol número 25 mantenía al Madrid en la Liga y reactivaba el duelo con su compañero Higuaín. El argentino pudo solucionarlo al final, tras un pase de Guti marca de la casa.