Montecarlo, A. FAES

Todas las tardes, cuando ya no hay coches por la pista, bajan de su atalaya para catar de cerca un poco del Mónaco que conocen a vista de pájaro, desde las únicas entradas de pelouse de esta carrera, al pie del castillo de la familia Grimaldi. Allí, en un barranco, como himalayistas vivaqueando, tienen cuatro asturianos su residencia en el Principado. Por sus banderas y pancartas, bien podrían ser una centena. Rubén, José Manuel, Simón y Elías son héroes de Gran Premio. No catan champán en todo el fin de semana, si acaso algo de sidra que se traen desde casa y un chupito antes de acostarse. Y todo por ver la carera, por conseguir el saludo de Fernando Alonso. Ayer tenían un objetivo. Que les firmase una gran fotografía del Gran Premio de España.

Mónaco, capital del glamur y el lujo, donde la crisis se espanta a botellazos de Mumm, el mismo champán que se descorcha en el podio. Donde el viernes por la noche alguien pagó en una subasta benéfica 27.000 euros por cinco noches de Spa en Maldivas. En ese mismo lugar Heikki Kovalainen soltó 300.000 euros para la fundación de Elton John que lucha contra el Sida. Y allí también, en el lujosísimo hotel Le Meridien, desfilaron con ropa del exclusivísimo y carísimo Jimmy Choo las mujeres y novias de algunos pilotos. Como hizo Reyes, la esposa de Pedro de la Rosa.

Pues en este lugar, donde el dueño de Force India, Vijay Mallya, a falta de uno tiene dos barcos de cerca de 90 metros de eslora, y donde Flavio Briatore pasa todos los fines de semana -para él de viernes a lunes- ahora que no está en las carreras, la medalla del mérito debería ser para cuatro tipos que pasan horas y horas encaramados en un cerro. Dos llegaron en coche desde Oviedo, 1.300 kilómetros del tirón, con parada en Bilbao para recoger a otro valiente. Y dicen que se hacen el fin de semana por 400 euros, que Mónaco no es tan caro como se dice si se sabe rebuscar y que, cuando el cuerpo les pide un poco de jaleo por la noche, bajan a La Rascasse y encuentran cerveza a cinco euros, pero que por el día está mucho más barato. «En los bares del circuito una caña sale a 3 euros y en Montmeló es más del doble», lo cuenta José Manuel, que eleva al cubo su osadía de aficionado cuando confiesa que ha hecho doblete, pues llegó al Principado directamente de Barcelona.

¿Y las entradas? ¿Pagan por subirse allí arriba? Pues más o menos. Sólo se rascarán el bolsillo hoy porque hasta el sábado no se colocaron en la entrada los controladores y estos valientes ya estaban dentro. Setenta euros por cabeza, pero «traen un taco de entradas y cuando se les acaban, se van. Con un poco de suerte, nos libramos».

¡Qué grande es la afición!