Mi señora madre no sabe mucho de fútbol. Sufre con el Real Oviedo por extensión, porque sabe que en la familia todos somos muy azules. Siempre conecta la radio, o pone la televisión, para ver cómo queda el Oviedo, pero posiblemente lo haga más por no ver sufrir a los suyos que por interés deportivo. Conoce la situación del club, pero más por cultura general que por forofismo, y siempre dice que no entiende cómo nos puede gustar tanto algo que da tantos disgustos.

Pero, aunque no sabe nada de fútbol, es ama de casa. Y como toda buena ama de casa, sabe de economía. El lunes, cuando se enteró del precio de las entradas para el partido contra el Pontevedra, hizo la siguiente declaración: «Esos precios son antisociales, antieconómicos y antideportivos». La explicación era muy sencilla. Eran antisociales porque en estos tiempos que corren muy poca gente se puede permitir pagar 40 euros por ver un partido de fútbol, eran antieconómicos porque con esos precios iría mucha menos gente al campo y, finalmente, eran antideportivos porque con mucha menos gente en el campo, habría menos ambiente y los jugadores estarían menos arropados. Lógica pura. Hubo un cuarto argumento, que era que el Real Oviedo no era el Ajax, pero ése no viene a cuento porque nuestro equipo es mucho más grande que el holandés y, como ya he dicho, mi madre no sabe mucho de fútbol.

Durante toda la mañana del lunes, cuando ya circulaba la noticia sobre los precios de las entradas, se intentó frenar al consejo de administración, haciéndoles ver que era una estupidez supina poner esos precios y que iba a haber problemas. No era lógico que un chaval de 15 años tuviera que pagar 40 euros por ver un partido de fútbol. De hecho era un atraco. Pero no hubo manera de convencerlos y entonces se montó el lío. No parece normal que un ovetense tuviera que pagar 40 euros por ver al equipo que su ciudad mantiene con dinero público, y que un seguidor del Pontevedra vaya a pagar sólo 25 euros.

Ahora han reculado y han presentado unos precios algo más lógicos. Era de esperar. Pero ha tenido que ser el Alcalde el que les abriera los ojos. Gabino de Lorenzo ha hecho por fin lo que la afición le lleva tiempo demandando: poner algo de orden en el Real Oviedo. Al final, sólo se ha perdido un día de venta de entradas, y no es ningún drama. El drama vendrá una vez finalizada la liguilla, porque alguien tendrá que hacer algo para solucionar este problema que tiene nombre y apellidos y que es lo peor que le ha pasado al Real Oviedo en todos sus años de historia.

La afición azul había firmado una tregua que duraría lo que durara la fase de ascenso. Se había protestado en dos partidos intrascendentes contra el máximo accionista de la entidad, y se había hecho desde la educación y el respeto (cosa que no ocurrió ayer, por cierto, es lamentable que alguien lance una bengala a las oficinas del club). Con la llegada de la liguilla, volvió la unión y ahora, con la llegada de una nueva iluminación, regresaron los problemas. Una cosa es que seamos oviedistas de verdad, y otra muy distinta que seamos tontos. Si uno se pasa por la tienda del club, puede comprar una camiseta por 59 euros (verdadera) y si quiere una equipación para niño, se tendrá que hacer con una cutrez de conjunto (camiseta-pantalón-medias), que cuesta 49 euros, que ni tiene marca, y cuya plusvalía roza lo económicamente obsceno. A nadie se le ha ocurrido, eso sí, montar una carpa fuera del Tartiere, para celebrar una fiesta antes del partido, o para vender más merchandising, pero sin embargo nos quieren endosar una camiseta conmemorativa de un «play-off» de ascenso a Segunda División. ¿Qué pensarán los banderines que algunos guardamos del partido contra el Génova?

El problema del consejo de administración es que, ante las meteduras de pata, deciden huir hacia adelante. El lunes por la tarde el club publicaba un comunicado en su página web. Un aborigen australiano que no supiera nada del Oviedo lo habría hecho mejor. A alguna lumbrera se le ocurrió comparar en ese comunicado los precios con los de otros equipos. Salieron a relucir los del Granada y la Ponferradina, que son del estilo, pero se olvidaron del resto de equipos que juegan esta promoción, que son 13 más, y que tienen precios mucho más bajos y estadios mucho más pequeños. El Ayuntamiento de Oviedo tiene el mérito de haber construido un estadio para 30.000 espectadores, permitiendo así la democratización del fútbol, que mantiene su carácter social y se aleja de elitismos. Es decir, con 30.000 asientos disponibles, nadie se debe de quedar fuera por motivos económicos.

El colmo del despropósito llegó en el último párrafo del comunicado del club, que dice textualmente: «Y recordamos a los socios del Real Oviedo que el año pasado el precio de la entrada era de 15 euros en una categoría inferior, mientras que los precios del Cartagena eran superiores». ¿Qué les importa a los oviedistas lo que cuesta una entrada en Cartagena? Poco o nada. Lo que sí que es preocupante es que desde el club se falte al respeto a la afición y se pierda el tiempo en buscar precios más caros que los nuestros. La persona que redactó este comunicado debería ser cesada inmediatamente: por analfabeta oviedista, por incoherente y por incendiaria.

También estaría bien que se nos explicara el porqué de este afán recaudatorio de última hora. Si hay problemas de tesorería, que lo digan abiertamente, porque a lo mejor así la afición hubiera entendido esa necesidad de conseguir dinero. El problema está en que cuando un club es un desastre y no hay orden, rigor ni moral, es imposible de gobernar. Desde hace algunas semanas, una empresa de Madrid está detrás del Real Oviedo para abonarle la publicidad que le debe al club. A la última reunión, con fecha y hora, no acudió nadie del Real Oviedo. Es decir, que no estamos a lo que estamos ni para cobrar.

La imagen de la entidad sigue por los suelos y no hay manera de levantarla. A muchos de los nuevos empleados del Real Oviedo el club les queda demasiado grande y quieren inventar donde ya no hay más lugar para la invención. Nunca nadie había conseguido descentrar al oviedismo en los momentos importantes, pero ellos, una vez más, lo han conseguido. En plena liguilla de ascenso, conseguir que centenares de aficionados se agolpen a las puertas de las oficinas para protestar tiene su mérito.

La gente está cansada de la chulería y las formas de algunos miembros del consejo de administración, hasta el punto de que muchos oviedistas de toda la vida hablaban ayer de no ir al campo el domingo. Son ya muchos años de batalla contra el desconocimiento de lo que es el Real Oviedo y el maltrato a las señas de identidad de club. Cada semana hay un fuego diferente.

Ahora algunos dirán que estas protestas descentran al equipo, que sólo quieren desestabilizar o que están dirigidas. Mientras las protestas sean pacíficas y dentro de un orden, aquí lo único que desestabiliza son las patochadas y las faltas de respeto al señorío y la dignidad del Real Oviedo, que suelen venir desde el propio club. Los oviedistas nos dejaremos la garganta el domingo, como siempre hemos hecho y, por la semana, rezaremos para que algún ama (o amo) de casa, de esos que saben de todo, incluso de fútbol, nos eche un cable para cambiar una bombilla que hace tiempo que está fundida.