Acudí a la Sala de Prensa de Mareo en la que era mi última comparecencia. Lo hice atendiendo a la petición de la prensa y también con la intención de despedirme.

Traté de explicarlo, pero no pude, porque se me saltaron las lágrimas. Apenas llegué a la segunda respuesta, la emoción me impidió seguir hablando. El fútbol tiene etapas y a mí se me ha acabado la mía en el Sporting, donde disfruté de un ascenso increíble y con el que debuté en Primera División. No sé todavía cuál será mi próxima escala, pero donde quiera que vaya, bajo la camiseta que vista, estará mi corazón rojiblanco.

Después de estos tres años, de haber aprendido a querer a un equipo con toda mi alma, de haber disfrutado de unos compañeros extraordinarios, de haberme empapado del cariño de esta tierra y de sus gentes, no puedo marcharme sin dar las gracias, sin decir que me siento un asturiano más que se expresa con acento catalán.

Mi último recuerdo son las palabras que esta misma mañana me dijo Gerardo (el preparador físico), de que había sido un buen profesional y que se había sentido feliz trabajando conmigo.

Gracias a todos.