Llega el Gran Premio de Turquía y aparece uno de los grandes lamentos de la temporada. En Estambul (en realidad está a una hora de coche) Hermann Tilke diseñó posiblemente la mejor pista de las de nueva generación. Los constantes toboganes, un sube y baja de vértigo, la hacen divertida para los pilotos, entretenida para seguir por televisión y retadora para la mecánica. Sufren mucho los neumáticos y, de remate, está la curva 8, un embudo eterno, un viraje de cuatro vértices con el acelerador a fondo que convierte el habitáculo en una batidora, y que pone el cuello de los protagonistas al rojo vivo, con fuerzas hasta cinco veces superiores a la de la gravedad.

Entonces, ¿dónde está la pega? Pues en la tristeza que transmite el entorno. Una instalación modélica convertida en un desierto. Miles de metros cuadrados de asfalto vacíos, sin gente. Y un paddock que serviría como pista de aterrizaje, prácticamente muerto.

Será como disfrutar de un pase privado de Fórmula 1, con más personas trabajando en el circuito que en las tribunas. A las enormes gradas les colocan lonas negras para tapar la colección de sillas vacías. Si el domingo aparecen por allí 15.000 espectadores ya sería un éxito.

Fernando AlonsoPasa un poco como en China. Que el Gran Premio se convierte en un acontecimiento clandestino para una población descomunal, ignorante del circo que se levanta a la vuelta de la esquina. En Estambul se cuentan unos 14 millones de habitantes en su área metropolitana. Aunque no acaba de calar en ellos. Los precios tampoco ayudan, nada asequibles para la mayoría de los ciudadanos.

Pero igual que en Shanghai, Bernie Ecclestone cree que allí hay futuro. Y como si fuera un juvenil empresario insiste en sembrar con la ilusión de recoger dentro de un tiempo. Hasta entró en el grupo de propietarios del circuito para salvarlo de los números rojos. Por eso el Gran Premio cambia de fecha con tanta facilidad. Ya fue a finales de agosto, otro año en abril, y ahora a finales de mayo.

Para Fernando Alonso y Ferrari el fin de semana se anticipa como otra lucha contra el dominio de Red Bull. Deberían volar aquí los coches de las alas, pero el F10 llega preparado para dar guerra con la primera evolución importante en el conducto F.

En el fondo todos los equipos llegan con la ilusión por las nubes. Después del atracón asiático y de enlazar luego Barcelona con Mónaco, por fin han tenido tiempo para trabajar en las fábricas. Quien más y quien menos sueña con esas décimas de mejora que les pongan un poquito más arriba. Como Schumacher. Ahora que por fin le ha tomado la medida a Rosberg, fantasea con la idea de asomarse al podio.

También es una cita importante para Felipe Massa, si no quiere perder más terreno con Fernando Alonso en la lucha interna por el liderazgo del equipo. El brasileño llega a su circuito talismán. Es el único donde ha ganado tres veces (2006, 2007 y 2008) y ahora debe recuperarle terreno al español, si no quiere confirmar lo que todo el equipo se huele: que el verdadero capo es Fernando Alonso.