Oviedo, Nacho AZPARREN

Se ha intentado borrar hasta el último recuerdo de tan nefasto día. El último ejemplo en 1995, cuando el estadio de Heysel fue rebautizado como Estadio Rey Balduino, eliminando las últimas reminiscencias de un día manchado de sangre en la historia del fútbol. Hoy se cumplen 25 años de la tragedia de Heysel, que provocó la muerte de 39 aficionados en la final de la máxima competición europea disputada en Bruselas.

Los instantes previos a aquella final del 29 de mayo de 1985 no hacían prever el fatal desenlace. Bruselas había sido elegida como sede para albergar la final de la Copa de Europa, a la que habían llegado dos equipos con solera en el viejo continente; el Liverpol defendía su cetro continental ante la Juventus de Turín. Junto a los dos conjuntos aterrizó su séquito de seguidores, incluidos los hooligans, que empezaban a llamar la atención del panorama internacional con sus actos vandálicos.

Las entradas destinadas a los aficionados belgas fueron vendidas a seguidores de los finalistas, que coincidieron en un fondo a escasos metros de distancia. Minutos antes de comenzar la final, los radicales ingleses arremetieron contra los italianos hasta aprisionarlos contra la valla metálica. Los resultados son los conocidos: 39 aficionados murieron (34 italianos, dos belgas, dos franceses y un británico) y 600 resultaron heridos. A pesar de la situación, el partido se disputó y la Juventus venció con un solitario gol de Platini desde el punto de penalti, tras una falta sobre el juventino Boniek que se había producido un metro fuera del área. La alegría exacerbada de Platini al anotar el tanto puso la nota de contraste y un elemento más de indignación para un partido que nunca debió disputarse. Las consecuencias, al menos, hicieron que se pensara en corregir errores. La tragedia de Heysel fue el punto de partida de un debate que terminaría con la eliminación de las vallas metálicas de los terrenos de juego. El paso definitivo se daría cuatro años más tarde tras la tragedia de Hillsborough (Sheffield). Los equipos ingleses pagaron las consecuencias con una sanción de cinco años sin participar en competiciones europeas.

Ahora, 25 años más tarde, el recuerdo de aquella final sigue ligado a la muerte de decenas de aficionados italianos. Una tragedia de la que el fútbol sí supo aprender la lección.