Avilés, Mario D. BRAÑA

Rufino Álvarez Rodríguez (Tablizo, Valdés, 28-5-1952) lleva casi 35 años mimando la raíz del deporte, la que se hunde en los patios de los colegios. Rufo es toda una institución en el Marcos del Torniello de Avilés, donde ha puesto en movimiento a varias generaciones. Desde allí encumbró al equipo femenino de voleibol de La Curtidora, que se codeó con la élite sin descuidar en ningún momento la base. Y allí sigue alternando los deportes más en boga con lo que él llama juegos de antes (malabares, diábolo, comba), que por la respuesta de los críos parecen los de siempre.

Con diez años, Rufino Álvarez abandonó Tablizo para estudiar en el Instituto Jovellanos de Gijón, donde vio su primer partido de voleibol, un deporte que le marcaría con el tiempo. Incluso vio un partido del Real Madrid, que entonces tenía una sección que optaba a todos los títulos. Su primer destino laboral le llevó al Colegio Público de La Corredoria, donde se hizo cargo de un equipo de balonmano infantil. En el Lope de Vega de Gijón y en Badalona, durante cuatro años, siguió acumulando experiencias, hasta que en 1983 logró la plaza definitiva en Avilés, en el colegio Marcos del Torniello.

Durante sus primeros años en Avilés, Rufo se dedicó al fútbol sala y al balonmano, hasta que en 1991 se implicó en un proyecto que iba a cambiar el panorama deportivo de la ciudad: «La asociación de padres quisieron crear un club para que las crías pudiesen seguir jugando. Entre Jesús Carmona, Daniel Saiz y yo fundamos la Asociación Deportiva La Curtidora, con 200.000 pesetas de presupuesto y sin ayuda de ningún tipo hasta bastante después».

Concretamente, hasta que en la temporada 1998-99 el equipo senior consiguió el ascenso a la Primera División y, dos años después, a la Liga FEV, antesala de la máxima categoría femenina: «Llegamos a mover un presupuesto de 120.000 euros, pero siempre tuvimos claro que el dinero era para todos los equipos del club. Contamos con jugadoras extranjeras y pagamos religiosamente. En ese sentido teníamos la suerte de contar con Carmona controlando la tesorería. Era muy estricto».

Cansado de buscar patrocinadores que permitieran a La Curtidora aspirar a lo máximo, los promotores del club se apartaron de la primera línea hace dos años, aunque Rufo aceptó de buen grado el nombramiento de presidente de honor del club. Dejaba atrás años muy intensos y especialmente sacrificados para la familia porque «salía todos los días del polideportivo entre las nueve y las diez de la noche. Y los fines de semana, los partidos».

Claro que, de una forma u otra, Rufo ha visto condicionada su vida por el deporte. Así, le viene a la memoria una imagen habitual de cualquier sábado de mediados de los 80, cuando metía en su Seat 1.430 hasta diez críos de cualquier equipo del Marcos del Torniello para llevarlos a jugar a algún colegio de la comarca. Un esfuerzo que, con el paso del tiempo, se ha visto recompensado: «El Marcos del Torniello es un colegio de referencia por el deporte».

Rufo sabe estimular la ilusión de los pequeños, con detalles como bautizar la cancha cubierta con los nombres de dos números uno del baloncesto (Pau Gasol) y el voleibol (Rafa Pascual), o la inscripción en las columnas de los nombres de los deportistas del colegio que han alcanzado cierta relevancia. «El deporte contribuye mucho a la formación de los chavales, sobre todo las modalidades de equipo, ya que enseñan a depender de los demás», explica.

Como a todos los maestros que llevan mucho tiempo en la enseñanza, a Rufo no le pasan desapercibidos los cambios de la sociedad: «Antes los chavales trabajaban mucho más. Incluso las seniors de La Curtidora se implicaban en actividades de las que sacaban dinero para el club».