Mario D. BRAÑA

Después de una hora de zozobra, el Sevilla acabó marcando las diferencias entre un equipo armado y otro cosido con alfileres. La cara B del Barça, con chavales de la cantera y los secundarios de la primera plantilla, mantuvo el tipo durante el primer tiempo ante un rival descolorido. Después, curiosamente con Messi en el campo, pagó las desatenciones de su defensa. Fueron tres descuidos, muy apetitosos para cañoneros como Luis Fabiano o Kanouté, que llevan dando varias alegrías al Sánchez Pizjuán. Ayer encarrilaron el asalto a la Supercopa, aunque se supone que en el Camp Nou se medirán a un Barça muy diferente.

Guardiola no se conformó con dejar en casa a los ocho campeones del mundo. Se permitió el lujo de prescindir durante una hora de Messi. O de retrasar el debut oficial de Adriano. Cuando el técnico dice que confía en la cantera no va de farol. A la espera del Guaje, Guardiola saca de paseo a sus niños más espabilados. Algunos, como Jonathan, ya con cierto rodaje en la élite. Otros, caso de Oriol Romeu, avalado por su trayectoria en las categorías inferiores de la selección. Pero también absolutos desconocidos para el gran público como el guardameta Miño o el central Sergi Gómez.

La mezcla de veteranos y noveles, en cualquier caso, funcionó desde el minuto uno porque todos se atienen al guión. Saben que la regla número uno es el juego posicional y la segunda, el cuidado del balón. Lo saben y lo aplican, sin importarles que enfrente aparezca un Sevilla con casi todo. Porque Antonio Álvarez no reservó ni a Jesús Navas, el último en incorporarse a la concentración. El problema del Sevilla es que, año tras año, su tesorería crece en la misma medida que mengua su potencial deportivo. Que el eje del equipo lo formen Zokora y Romaric no barrunta nada bueno para un aspirante a ganar la «otra» Liga.

La versión «light» del Barça mantuvo a raya al Sevilla durante el primer tiempo. Los chavales cumplían, mientras que Alves, Milito, Abidal, Keita, Maxwell e Ibrahimovic marcaban la diferencia. Especialmente activo estuvo Maxwell, ayer extremo izquierdo, autor del pase que Ibrahimovic convirtió en el primer gol al desviar con la puntera de la bota de su interminable pierna. El propio Maxwell, feliz sin responsabilidades defensivas, estuvo a punto de marcar el segundo en un contragolpe.

Los sevillistas, especialmente Romaric, se fueron al vestuario entre un runrún desaprobatorio de su gente. Romaric se quedó en la caseta y con el italiano Cigarini el centro del campo local tuvo otra pinta. Por lo menos el Barça ya no jugaba tan cómodo. Ni siquiera cuando Messi entró por Ibra. El Sevilla empezó a parecerse al de sus mejores días, un equipo compacto que roba el balón y activa de inmediato a sus puntas.

El gran beneficiado fue Navas y, por extensión, los rematadores. Renato perdonó la primera, al cabecear a bocajarro sobre el cuerpo de Miño, que despejó como pudo. Pero no fallaron Luis Fabiano ni Kanouté, que sembró el pánico en la defensa azulgrana cuando formó tándem con Negredo. Messi intentó echarse al equipo a la espalda y pudo recortar la diferencia, pero estuvo demasiado solo. El Barcelona había perdido su esencia, el juego de conjunto, y ayer no encontró a ningún salvador. Probablemente estaban todos en Barcelona, viéndolo por la televisión. Si Guardiola lo considera oportuno, la próxima vez ya estarán en el campo.

Barcelona, Agencias

Hugo Novoa, el árbitro asistente asturiano, reapareció ayer en un partido oficial, formando parte del equipo de César Muñiz Fernando, tras superar un grave problema de salud que sufrió hace unos meses. Hugo Novoa se desmayó en su domicilio el pasado 23 de abril, en vísperas de un desplazamiento para dirigir un partido de Liga en compañía de Mejuto González.

t Un asturiano para Luis Enrique. La Unión Deportiva Las Palmas traspasó ayer al joven futbolista asturiano Saúl Berjón al Barcelona por 300.000 euros. El delantero en principio formará parte del filial que dirige Luis Enrique y que jugará en Segunda División.

Saúl, que es primo del también futbolista Adrián Colunga, se formó en las categorías inferiores del Oviedo. Tras jugar en el Lealtad y el Langreo fichó por el Pájara Playas, del que pasó a Las Palmas, con el que jugó en Segunda.