M. D. B.

Aunque poco antes había acariciado la posibilidad de acostarse como líder, al rumor de las noticias del Rico Pérez, no se le vio muy deprimido al Barcelona. Sometió al Sevilla desde el minuto uno y, con Messi y Villa como estiletes, despejó dudas sobre su potencial. El Barça recuperó la pegada, ayudado por el Guaje, el goleador que siempre vuelve.

Con el equipo de gala, el Barça se tiró al cuello del Sevilla desde el saque de centro. Xavi rozó el gol en el primer minuto y Messi abrió la lata poco después, coronando un ataque en tromba azulgrana. El balón golpeado por el argentino salió rebotado y Villa, junto al palo, no quiso empujarlo para evitar dudas. Casi cuarenta días después de su diana al Sporting, el Guaje quería un gol de verdad.

Ni ansiedad, ni gaitas. Villa dejó un gol marca de la casa arrancando desde el perfil contrario al habitual. Recibió en la derecha y buscó ángulo para su zurda, que conectó con una precisión de cirujano. El disparo, curvado, libró el guante de Javi Varas y entró por la esquina contraria. Un golazo que el asturiano dedicó a todo el Camp Nou, incluidos sus paisanos de Tuilla, que eligieron un buen día para la excursión.

La expulsión de Konko al borde del descanso anunció una carnicería. El Barça, muy superior en igualdad, jugó a placer contra diez. Llegó hasta el «jorobu», obra de Villa en el último suspiro, pero Javi Varas se marchó contento. Por segunda temporada consecutiva, el portero de la cantera tuvo que «comerse el marrón» del Camp Nou.