Oviedo, Mario D. BRAÑA

Los que conozcan a José Armando Tellado sólo por su cargo de director general de la Corporación Alimentaria Peña Santa (Capsa) no se podrán imaginar la pasión con que vive la práctica del atletismo. La misma con la que habla, por ejemplo, de su segunda participación en la maratón de Nueva York, como uno más de los 45.000 deportistas que el domingo patearon las calles neoyorquinas. Como regalo por su 40.º cumpleaños (nació en Lugo en 1970), a Tellado le pareció buena idea cubrir los 42.195 metros de la prueba más famosa para los fondistas de todo el mundo. Hoy volverá a su despacho en las instalaciones de la Central Lechera un poco cansado, pero feliz de haber cumplido con los preceptos de la «religión» de los corredores de largas distancias: «Ir a Nueva York es para nosotros como la Meca para los musulmanes».

Con su uno noventa y pico, a Tellado siempre le había tirado más el baloncesto, hasta que el servicio militar le obligó a ponerse en forma. «Empecé a correr 10, 20, 30 kilómetros, hasta que me dije: ¿por qué no la maratón», una pregunta que tuvo una rápida respuesta en Sevilla, en 1994. Pasó una crisis de fe en 2005, tras una mala experiencia en París: «Hacía mucho calor y yo lo soporto muy mal. En el kilómetro 5 ya estaba agotado. Abandoné en el 30». Unos amigos le dieron el mejor remedio: «Me dijeron que para recuperar el espíritu de la maratón tenía que ir a Nueva York».

Tellado recuerda aquella primera experiencia en 2006 como algo mágico. No por la marca, que rondó las tres horas y media, sino por todo lo demás: «Corrí todos los kilómetros a cinco minutos y disfruté cada milla. Hubo dos millones de personas en las calles aplaudiéndonos, con la animación constante de doscientos grupos musicales y recorriendo los cinco barrios. Acabamos tan contentos que nos fuimos a celebrarlo y estuvimos tres horas paseando. Ese día me enamoré de la maratón».

El idilio sigue, a veces tan puro y desinteresado como la prueba de Nueva York, y otras pendiente del cronómetro. Curiosamente, clavó su mejor marca (3-08-55) por duplicado en las maratones de San Sebastián 2008 y Barcelona 2009. Se levanta todos los días a las 6 de la mañana para cumplir su sesión de una hora diaria por las calles de Oviedo o cualquiera de las ciudades a las que le lleva su trabajo, siempre con las zapatillas a cuestas. Su próximo objetivo es bajar de 3-05 y, a más largo plazo, el gran reto para el historia de cualquier maratoniano: romper por abajo la frontera de las tres horas.

Seguirá con su ritmo de dos maratones anuales, una competitiva y otra para disfrutar, con la idea de volver a Nueva York antes de 2015: «Para alguien como yo, que corre siempre solo a las 6 de la mañana, es un premio pasar ante dos millones de personas que te tratan como a Gebreselassie. Si alguien está melancólico, le recomiendo que vaya a Nueva York. Es la celebración del corredor popular». Su puesto, el 3.717 entre 45.000, y el tiempo (3-24-26) son lo de menos.