Entonces llegó el comandante y mandó parar. Silencio stampa en el Real Madrid, sin duda por orden superior por aquello de no encender los mecheros fuera de hora. Al menos el bueno de Karanka se libra del trago de la rueda de prensa de vísperas, un trámite por lo general aburrido. Ahora, a falta de resolver el conflicto diplomático sobre el sitio que habrá de guardarse al ciudadano de Setúbal en El Molinón, sólo queda esperar por el discurrir de los acontecimientos que acompañen al balón. Porque todo lo demás quedará olvidado en horas veinticuatro, en las que pasan de las musas al teatro. La tela de verdad, la del verde. Lo demás, como decía el ilustre Picabea de casi toda su plantilla, meros acompañantes.

Curioso mundo el fútbol de salsa rosa. El barullo de las últimas horas ha oscurecido el fino duelo de florete que mantienen Mourinho y Guardiola desde el comienzo de la temporada. Ese, damas y caballeros, es el duelo y el que va a dar que hablar de aquí al verano. Porque en la entrevista de la medianoche del jueves, Mourinho dijo aquello de que Guardiola era el entrenador ideal para el Barcelona, porque es catalán y culé. Y que si él fuera el que decidiera, le renovaría contrato por cincuenta años. Guardiola, que no entra al trapo, comentó al día siguiente que de cincuenta años, nada, que ya ha perdido pelo en dos años, así que no quiere cinco décadas de alopecia galopante. Y, claro, no será nunca segundo el portugués, hasta ahí podríamos llegar. Guardiola, por cierto, da mañana una conferencia en Oviedo dentro del programa de colaboración que mantiene con una entidad bancaria. Decíamos que el duelo de florete ha quedado oscurecido por el trazo grueso, pero es un anticipo de lo que podemos esperar en las dos semanas que restan hasta el clásico del último lunes de noviembre, el primero de los dos encuentros decisivos de la Liga. Una Liga que camina, como algunas gaitas, hacia la fórmula escocesa, fórmula que parece la menos adecuada para mantener el interés en unos niveles más universales. Pero el dinero de las televisiones y otros dineros traen esas consecuencias. Un día de estos habrá que pedirle a Nacho Novo que explique las bondades y maldades de la fórmula escocesa.

En estas estamos cuando todo huele a tarde grande en El Molinón. Grande porque se ven dos equipos necesitados de puntos. Los de casa para escapar de la zona de nervios. Los de fuera porque el liderato se mantiene a base de sumas continuas de tres en tres puntos. Los dos rivales, aunque les parezca raro a algunos recién llegados, porque mantienen cuentas pendientes desde hace décadas. Las cuentas están en la memoria colectiva rojiblanca. A lo mejor las cuentas se iniciaron con el arbitraje de Borrás en Madrid y el informe posterior de la revista oficial blanca titulado (casi nada): «De qué se queja el Sporting». Luego llegaron las expulsiones de Ferrero y Ablanedo y otras incidencias ya menores. Pero de eso a considerar un riesgo cualquier hueco para el entrenador rival hay un trecho más largo que la Autovía del Cantábrico. ¿O no?