Oviedo, Mario D. BRAÑA

Pep Guardiola vende tan caras sus comparecencias públicas que el anuncio de una charla-coloquio en Oviedo tenía cierto aire de acontecimiento. Cuando llegó al banquillo del Barcelona anunció que sólo hablaría en las ruedas de prensa y, dos años después, no ha concedido ni una sola entrevista. Sólo el Banco de Sabadell consiguió romper su mutismo extrafutbolístico para convertirlo en la imagen de su última campaña promocional. Y gracias a ello el Banco Herrero, la entidad asturiana que forma parte del Grupo Sabadell, pudo acercar a Guardiola a sus clientes. Casi 600 acudieron ayer a un acto que sirvió para que el técnico hablara de casi todo. Ni ayer entró al trapo de Mourinho.

El anuncio de lo que iba a ser una conferencia de Guardiola provocó ayer un aluvión de solicitudes en las oficinas del Banco Herrero, que se vio desbordado. El salón del hotel de la Reconquista se quedó pequeño y casi un centenar de asistentes tuvo que seguir el acto de pie. Los responsables de la entidad comprobaron el tirón de Guardiola nada más poner el pie en Oviedo. Casi un centenar de personas abordó a Pep en el breve paseo entre la plaza de la Escandalera y la sede del Herrero, en Fruela.

Para la dirección del Banco de Sabadell fue una nueva prueba del acierto en la elección de la imagen de su última campaña publicitaria, que ha tenido en Madrid su prueba del algodón. La figura de Guardiola, hoy por hoy, parece capaz de superar la rivalidad futbolística más radical. «Voy a menudo a Madrid y siempre me han recibido de manera espectacular», expuso el técnico ante la primera pregunta del presentador del acto, Ramón Rovira, director de comunicación del Banco de Sabadell.

«Hacía siglos que no participaba en un acto de este tipo», expuso Guardiola, que añadió sus razones ante las preguntas de los medios: «Soy cliente del Banco de Sabadell desde los 17 años y me apeteció trabajar con una entidad de tanto prestigio». También tuvo un guiño para la ciudad que logró sacarle de su aislamiento: «Vamos a ver si el Oviedo sube a Primera y volvemos a esta maravillosa tierra».

Guardiola contestó de forma amplia y amena a todas las preguntas, salvo cuando le sugirieron dos nombres: Affelay, el centrocampista del PSV Eindhoven que poco después fue confirmado como nuevo fichaje del Barça a partir de enero, y José Mourinho, a cuenta de la última polémica con Manuel Preciado. «Hoy es mi día de fiesta», contestó en ambos casos. Dice que siente «mucho cariño» por Preciado desde que recibió su apoyo cuando, en su primera temporada, llegó a El Molinón en zona de descenso. «Eso no lo puedo olvidar porque Manolo se portó de manera espectacular. Pero también tengo muy buen recuerdo de los cinco años que conviví con Mourinho». No se atrevió a asegurar que el Barcelona ganará la Liga, «pero que nadie dude de que nos comportaremos. Lo importante es que no tengamos nada que reprocharnos. ¿Fracasó el Madrid el año pasado, después de hacer 96 puntos, o Fernando Alonso por no haber ganado el Mundial? No. Simplemente hubo otro un poquito mejor».

Guardiola se negó a dar recetas para alcanzar el éxito porque «no tengo ningún libro de estilo. Lo que a mí me sirve, quizá no les valga a ustedes. Aquí se trata de trabajar mucho y de hacer lo que se siente. Lo demás es puro instinto. Espabílense», arengó a los presentes, antes de entrar en detalles que desmitifican su labor. Por ejemplo, cuando saca del equipo a algún jugador. «Se saca solo», replicó, para mostrarse igual de contundente ante la pregunta de si en la plantilla azulgrana todos los jugadores tienen claro que Messi es el número 1: «Hasta en Asturias lo saben».

Calificó como «una mentira como un piano» la tesis de algunos colegas de que hay que tratar igual a todos los futbolistas. «Yo no trato igual a Messi que a un chaval de la cantera, aunque sí con el mismo respeto». Y amplió: «Yo no me relaciono con futbolistas, sino con personas. Ellos también tienen sus miedos, el pánico a fallar ante 80.000 personas, a hacer el ridículo. Hay que tratarlos con normalidad y hacerles ver que solos, sin sus compañeros, no son nada».

Asegura que lo mejor que le ha pasado en su carrera es haber jugado en el Barcelona. «Cuando llevaba cinco temporadas seguía pensando lo mismo. Por eso, cuando ese sentimiento desapareció, aunque sólo tenía 29 años, vi que era el momento de marcharse». Como entrenador disfruta preparando los partidos y su única obsesión mientras esté al frente del Barça es «no traicionar la idea de jugar al fútbol que trajeron Cruyff y Rexach hace 25 años». Guardiola se ganó a la audiencia cuando desveló algún detalle de su vida privada, que guarda celosamente: «Mi mujer me conoció cuando jugaba, ya sabía lo que había. Mis hijos son muy pequeños, pero uno de ellos, cuando llegué a casa tras perder frente al Hércules, me preguntó: "Papá, ¿ya te han echado?"».