Trasona (Corvera),Mario D. BRAÑA

Los mejores piragüistas españoles tienen en Asturias su cuartel general durante buena parte del año y, últimamente, también su centro de trabajo. Conscientes de que su deporte no les permitirá vivir de las rentas, incluso a los que alcancen la gloria olímpica, han aprovechado los acuerdos entre administraciones para asegurarse el futuro en el Cuerpo de la Policía Nacional. Hasta cinco palistas, unos con más vocación que otros, se han juntado en las comisarías asturianas, porque el piragüismo es lo más importante para ellos, pero dentro de un orden.

Aunque de niño soñaba con ser bombero, el más vocacional de los cinco es Carlos Pérez Rial, «Perucho», un gallego de Aldán (Pontevedra) afincado en Luanco. «Hasta 2006, cuando aprobé la oposición, no tenía la información sobre la Policía que tengo ahora. Es un buen trabajo y con un gran abanico de posibilidades. Me presenté para ascender a oficial porque me gustaría ser guía canino para trabajar en la detección de drogas y explosivos. Tengo que ir cogiendo experiencia poco a poco».

El compañero de Perucho en el K-2 que logró la medalla de oro en Pekín, Saúl Craviotto, acaba de obtener el traslado desde Gijón a su ciudad de nacimiento, Lérida. Craviotto admite que se presentó a la oposición por las facilidades que le daban: «Entré sin vocación, pero una vez dentro es un trabajo que me gusta», explica. «Ahora me han destinado a Extranjería, pero en el futuro espero dedicarme a la Policía Científica».

Álvaro Fernández Fiuza, un pontevedrés de 28 años, estrena destino en Oviedo, que había solicitado tanto por razones personales (aquí vive su novia) como deportivas (se entrena en Trasona y pertenece al Feve Kayak Oviedo). Desde pequeño le llamaban la atención los policías, pero no se lo planteó en primera persona hasta que la Federación Española de Piragüismo le informó de las facilidades para entrar en el Cuerpo. «Nuestra referencia era un canoísta, Pedro Areal, que ya lleva muchos años».

El riosellano Fran Llera hizo una oposición para bombero antes de ver las posibilidades que se le abrían con la Policía. Aprobó a la primera y, tras unos meses en Madrid, trabaja muy a gusto en Gijón: «Ser policía tiene cosas buenas y malas, pero en general es un trabajo muy guapo. Como pertenecemos a la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) suelen destinarnos a conciertos o acontecimientos deportivos».

El otro asturiano del grupo, Javier Hernanz, es el único que duda de su futuro como policía. La hiperactividad del parragués le lleva a abrir varios frentes, como si los días para él tuvieran más de 24 horas. Hace tres años llegó a compaginar el piragüismo con los estudios de Derecho y la oposición para policía. «Lo que me gustaría en el futuro, cuando cuelgue la piragua, es dedicarme a la política. Quiero tirar por la rama de Ciencias Políticas y el Derecho Deportivo para ayudar al deporte desde la política».

Hernanz aclara que hasta ahora su experiencia como policía es buena: «Como estamos dentro de la agrupación deportiva tenemos facilidades para entrenar y competir. Todo está regulado por ley, por representar a España a nivel internacional». En general, los piragüistas policías apenas notan recelos de sus compañeros. «Puedes escuchar alguna broma sobre el enchufe, pero poco más», explica Fiuza, mientras que Llera habla de su experiencia: «Al contrario, nos dicen que aprovechemos, que nos lo merecemos».

Pese al uniforme, su popularidad ya ha dado pie a alguna anécdota en el cumplimiento de su deber ciudadano. Destaca, sobre todo, la que protagonizó Perucho, consecuencia de su exposición mediática tras el oro de Pekín: «Entramos en un bar en que habíamos detectado drogas y cuando estaba cacheando a una persona me preguntó que si era el campeón olímpico. También me reconoció una persona que iba paseando al perro cuando hacíamos un control en una rotonda». Su pareja piragüística, Saúl Craviotto, puntualiza que «tengo la suerte de que nunca me hayan reconocido. Prefiero pasar desapercibido. Mi peor recuerdo es un intento de suicidio, intentando convencer a la persona».

Llera, Hernanz y Fiuza no son tan populares, pero los dos primeros trabajan en una ciudad donde tienen a muchos conocidos. «Los que nos tienen más controlados son los compañeros de la Comisaría, porque salimos en la revista de la Policía», tercia Hernanz, mientras que Fiuza sólo tuvo esa impresión mientras trabajó destinado en su ciudad, Pontevedra. «En todo caso, nada que ver con los casos de Perucho y Saúl», admite.

Al estar asignados a la Unidad de Prevención y Reacción, ninguno de los cinco ha pasado por situaciones de excesivo riesgo. También ayuda la tranquilidad de las ciudades en las que han estado destinados. «Lo de Madrid es un poco más duro, se trabaja a un ritmo más fuerte. Aquí, salvo cuando hay que intervenir por los follones de los astilleros, no hay mayor problema», explica Llera. Lo más grave que recuerda Fiuza es un acuchillamiento en Zamora y la tensión propia de alguna persecución. «Con alguno de nosotros los que intenten escaparse corriendo lo tienen fastidiado», ironiza Fiuza, tras aclarar que no es su caso. «Lo de correr no se me da muy bien».

Para borrar la imagen que algunos puedan tener de ellos como unos privilegiados, se comparan con piragüistas de su nivel en otros países, como Italia: «Una vez que sacan la oposición, los italianos no trabajan en la Policía hasta que se retiran», matiza Llera. Según Fiuza, el trabajo les ayuda a tener una estabilidad en su carrera deportiva, «para no tener que pensar en becas, concentraciones ni nada por el estilo, y también para estar más tranquilos en el futuro».