Zurich, Olga MARTÍN / EFE

El sueño de la candidatura ibérica se desmoronó en la tarde de ayer cuando la FIFA apostó por abrir fronteras hacia países económicamente poderosos con la elección de Rusia y Qatar como organizadores de los Mundiales de 2018 y 2022, respectivamente.

La designación más comprometida de la FIFA, que necesitó dos votaciones para determinar el organizador de 2018 y cuatro para el de 2022, echó por tierra la utilidad de la comisión de evaluación de la propia Federación Internacional y su informe, así como las presentaciones previas a la elección.

Rusia, la única candidata a 2018 a la que la evaluación de la FIFA reprochó un «alto riesgo» en transporte por sus aeropuertos y conexiones internacionales, la que menos oferta de entradas presentaba y la que más estadios debe construir (13 de los 16 que propone como sedes), se impuso a los sólidos proyectos de Inglaterra y la candidatura ibérica (España y Portugal).

La FIFA infligió su particular castigo a la candidatura de Inglaterra. Los únicos dos votos que recibió fueron la respuesta a la campaña desplegada por la prensa inglesa para airear corrupciones dentro de esta organización. Las caras del príncipe Guillermo y de David Beckham al abandonar el auditorio Messezentrum, donde el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, anunció las sedes, lo decían todo.

Bélgica y Holanda pasaron a una segunda votación en la que curiosamente perdieron dos de los apoyos que captaron de inicio y que se fueron a Rusia, que de esa manera conseguía una mayoría absoluta que evitaba una final frente a España-Portugal.

Trece votos para Rusia, siete para España y Portugal y dos para Bélgica-Holanda concedieron a Rusia su capricho de llevar hasta allí el Mundial y confirmaron que Blatter, que había asegurado se abstendría, ejerció finalmente su derecho al voto.

La candidatura ibérica, que había calculado ocho votos de inicio, perdió uno en el camino. El buen informe de la comisión de evaluación, el fuerte respaldo institucional con los dos presidentes de gobierno presentes en Zurich y el aval de tener los mejores estadios e infraestructuras, sin apenas inversión, no sirvieron de nada.

Tampoco valió para los votantes de FIFA la familiaridad con su colega Ángel María Villar, presidente de la Española y el principal eje del proyecto ibérico. Les arrancó un largo aplauso cuando defendió en voz alta su honestidad, pero no les hizo cambiar un voto predestinado a buscar nuevas experiencias.

Pero los aplausos logrados por Villar se quedaron en nada ante los que arrancó después el viceprimer ministro ruso cuando invitó a «derribar otro muro» con la celebración del Mundial en Rusia. Aunque la ausencia del primer ministro ruso, Vladimir Putin, sembró en principio dudas sobre las posibilidades de su país, a la postre ha servido para confirmar que ya estaba todo decidido. Tras conocer la designación oficial, Putin viajó a Zurich para ofrecer una rueda de prensa.

En la pelea por 2022 la FIFA volvió a dar la espalda a Australia, eliminada en la primera votación; desoyó las innovaciones tecnológicas prometidas por Japón y Corea -coorganizadores en 2002-, y en la final entre Estados Unidos y Qatar apostó por el exotismo a pesar del sofocante calor. Pero los qataríes ya se han comprometido a crear un microclima en los estadios.