Oviedo, Nacho AZPARREN

A veces parece que todo vale. Los esfuerzos de las gradas locales por amedrentar al rival de turno han sido la tónica desde que se dieron las primeras patadas a un balón de fútbol. En los últimos tiempos, el avance de la tecnología ha brindado a los aficionados un elemento más para ensañarse con el contrario. La presencia de punteros láser en los estadios de fútbol es la última moda en cuanto a técnicas de provocación de los aficionados más radicales.

El último ejemplo se vio esta semana en el Vicente Calderón. La imagen de Cristiano Ronaldo apuntado por un láser verde desde la grada no supone una novedad. Y menos en el caso del portugués. Ronaldo ya había servido de diana en marzo de 2008, cuando la UEFA decidió, al fin, tomar cartas en un asunto que comenzaba a preocupar.

En un partido disputado con el Manchester United en Gerland, campo del Lyon, el portugués fue perseguido por una luz verde que surgía de un puntero. Como es habitual, a la UEFA no le tembló el pulso a la hora de sancionar la conducta. Los 5.000 francos suizos (3.675 euros) que tuvo que abonar el club galo así lo atestiguan. El delantero luso ha sido posteriormente atacado en diversos escenarios como el Vélodrome de Marsella, La Condomina de Murcia o el mismo Camp Nou.

Los efectos visuales son notorios, pero ¿qué consecuencias puede tener su exposición sobre la salud de los deportistas? Los expertos en la materia tienden a desmitificar la eficacia de los punteros. «Sólo podría llegar a afectar a la vista de una forma excepcional», explica José Alfonso Sánchez, especialista en cirugía de cataratas, córnea y refractiva del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega. «Los daños sólo se producirían a nivel ocular en unas condiciones determinadas, nunca en otros órganos del cuerpo», corrobora Miguel del Valle, director de la Escuela de Medicina del Deporte de la Universidad de Oviedo.

José Alfonso enumera las condiciones que deberían darse para que la córnea se viera dañada. «Primero, debería ser disparado a unos 20 centímetros del objetivo. Además, el puntero debe estar perfectamente alineado con el sistema ocular al que se dispara, de manera que el láser atraviese la córnea y la pupila e impacte directamente en la mácula».

Como muchas de las modas surgidas en espectáculos deportivos, también ésta fue importada desde Estados Unidos. En el país americano se empezó a comercializar con fines didácticos y su uso se hizo habitual en las universidades. Para evitar sus efectos nocivos ante una exposición prolongada se establecieron baremos dependiendo de su potencia. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos determinó que la clase láser III, con una potencia de salida de uno a cinco mil vatios, podría provocar lesiones a los ojos.

A pesar de las limitaciones iniciales para su exportación, hoy es material al acceso de cualquiera. Su compra por internet está al orden del día. En numerosas páginas web se anuncian con precios que van desde un euro del modelo más sencillo hasta los más de cien de los artilugios con una potencia de cuatrocientos mil vatios.

Los espectáculos deportivos se han convertido ahora en el escenario ideal para los ataques. Aunque el peligro no es tan evidente. «El objetivo no está expuesto noventa minutos porque está en movimiento, sino que lo recibe a ráfagas», indica Del Valle. «Incluso cuando se usa con fines terapéuticos, hay que usar con el paciente sistemas de fijación de inmovilidad para que sea efectivo», asevera José Alfonso, «así que en un campo su influencia se hace casi imposible». El simple pestañeo puede truncar sus efectos.

Otra de las razones para prohibir su uso es la distracción del deportista al que se apunta. Aunque José Alfonso también relativiza sus efectos: «El jugador que recibe el láser apenas lo nota. Por ejemplo, es mucho más molesto para un portero el impacto directo de un foco potente como los que hay en los estadios que el de un láser disparado desde la grada». No en vano, las federaciones establecen la distancia mínima a la que deben instalarse las fuentes de iluminación artificiales en los terrenos de juego.

A pesar de todo, la UEFA se muestra contundente contra las nuevas prácticas del láser. No así los organismos nacionales, que apenas han hecho esfuerzos por evitar su uso. Al menos, la salud de los deportistas parece no correr peligro.

<José Alfonso Sánchez >

Cirujano oftalmólogo