Gijón, Ángel CABRANES

Dicen que no hay peor cuña que la de la propia madera y el caso de Jesús Enrique Velasco (Madrid, 16-1-72) puede servir como ejemplo. Formado en la cantera del conjunto blanco, donde pasó por todas las categorías inferiores, llegó a Gijón en la temporada 1994-95 como un lateral derecho con prometedor futuro. Aunque su principal tarea era de defender, en el Sporting se destapó como goleador ante el equipo que le dio la oportunidad de convertirse en futbolista. Lo consiguió no sólo una vez, sino por partida doble. Suyo fue el tanto que supuso el último triunfo de los rojiblancos ante el Madrid en El Molinón (2-10-94) y también en el Santiago Bernabeu (7-4-96). El pasado del rebelde Velasco sigue presente.

Una de sus primeras visitas a Gijón fue como jugador del Real Madrid B, midiéndose en Mareo al filial rojiblanco. Jesús Enrique Velasco era uno de los jóvenes que buscaban triunfar en el Castilla para hacerse un sitio en el fútbol español, como otros compañeros de vestuario que acabarían ganándose una plaza en Primera. Entre ellos, un jovencísimo Alberto Rivera, que más tarde seguiría sus pasos. Primero como jugador de la primera plantilla «merengue», después enfundándose la camiseta del Sporting.

Velasco se convirtió en jugador rojiblanco en la temporada 1994-95, después de participar durante ocho partidos en el equipo que conquistó el título de Liga y ser internacional sub-21. Junto a él, otro producto de la cantera blanca, José Luis Morales. El primero venía para reforzar la defensa y el segundo para marcar goles en un traspaso que alcanzó la cifra de 150 millones de pesetas. Los papeles se intercambiaron cuando llegó el momento de medirse al que fue el club de sus amores.

En su primera temporada en El Molinón logró conquistar rápidamente a la grada. En buena medida gracias a aquel gol que continúa como referencia del último triunfo del Sporting en casa ante el todopoderoso Real Madrid. En un partido en el que los visitantes fueron los dominadores botando hasta 22 córneres, los rojiblancos utilizaron el contragolpe como la mejor de sus armas. Fue en una de estas acciones en las que Velasco tuvo su oportunidad, y la aprovechó, cruzando su disparo después de un rechace.

Lo que pareció una mera anécdota, acabaría repitiéndose, pero esta vez en campo contrario. Tardaría en llegar casi dos años después, pero tuvo tanta o más importancia que la anterior. La jugada la inició el centrocampista argentino Hugo Pérez, que encontró el hueco justo en la defensa blanca para colarle un pase a Velasco, que se incorporaba al ataque ganándole la espalda a Roberto Carlos. El madrileño volvió a repetir disparo cruzado y batió a Cañizares consiguiendo el único gol del partido.

Eran otros tiempos, pero había el mismo objetivo: lograr la permanencia. Las última página de los dos triunfos rojiblancos en territorio «merengue» (el anterior se remonta a la campaña 1947-48), la escribe Jesús Enrique Velasco. Con la confianza de que no sean las únicas, la actual plantilla de los gijoneses tendrá la oportunidad de tomarle el relevo.