Los propagandistas de la Liga de fútbol española suelen decir que es la mejor Liga del mundo. Es un mensaje que se lanza todos los años, pero que dista bastante de la realidad. La razón del aserto se basa fundamentalmente en dos datos. Hay un equipo, el Barcelona Club de Fútbol, que ha conseguido en una temporada todos los títulos oficiales posibles. Seis. Un récord asombroso. Y hay otro equipo, el Real Madrid, que preside el financiero Florentino Pérez, que es el que más dinero gasta en fichajes con el objetivo de conseguir lo mismo que ya alcanzó su rival. La situación económica de estos dos clubes, que no son sociedades anónimas deportivas, es desconocida, aunque se sabe que acumulan una importante deuda, paliada en parte por sus cuantiosos ingresos en concepto de taquilla y publicidad, y, sobre todo, por el importante apoyo político que reciben de las instituciones. Al Real Madrid, por ejemplo, cuando estaba al borde de la quiebra, el Ayuntamiento de la ciudad y el Gobierno de la comunidad autónoma le permitieron hacer un gran negocio inmobiliario convirtiendo la zona verde de su ciudad deportiva en suelo urbanizable de lujo, sobre el que se acabaron construyendo cuatro grandes rascacielos que han alterado para siempre el paisaje de la capital del Estado. Y ya antes de esto, y por los mismos patrióticos motivos, se le permitió aumentar la edificabilidad para usos comerciales de su estadio. Por supuesto, excepto alguna minoría insignificante, ningún partido político protestó por esta cacicada. Puede polemizarse ardorosamente durante años sobre si la ampliación del Museo del Prado armoniza o no con el entorno, o si deben o no talarse unos árboles en el paseo de la Castellana, pero no se le ocurra a nadie ponerle objeciones al Real Madrid por los derroches que hace en la contratación de los jugadores que han de perpetuar sus perennes glorias deportivas. Y algo parecido puede decirse del Barcelona, que recibirá toda la ayuda institucional requerida cuando necesite hacer algo parecido con su patrimonio inmobiliario. En un caso y en el otro, los discrepantes serían calificados de traidores a la patria. Lo cierto es que, a día de hoy, los clubes de fútbol españoles están en la ruina y no resistirían una inspección equiparable a la que ahora mismo sufre la solvencia de las cajas de ahorros. Según los datos que se conocen, la deuda con Hacienda y con la Seguridad Social se eleva a los 3.500 millones de euros, los pagos atrasados a los jugadores suman 250 millones y está por ver los pufos que tienen con intermediarios, proveedores, agencias de viajes y hosteleros. A la cabeza de la clasificación de pufistas están el Valencia, el Real Madrid y el Barcelona, y de ahí para abajo, el resto. Los únicos que se salvan de la quema son el Athletic de Bilbao y el Osasuna de Pamplona, dos clubes modélicos que tienen su pagos al día. El presidente de esta última entidad denunció recientemente que estaban participando en una competición falseada, y tiene toda la razón. Debe de dar mucha rabia ver cómo el equipo que más debe a Hacienda y a la Seguridad Social se permite el lujo de fichar mejores jugadores que el tuyo y encima te gana con ayuda del árbitro. En estas condiciones, hablar de la mejor Liga del mundo es una estupidez. En realidad, tenemos la Liga más empufada del mundo, por mucho que la patrocine un banco solvente como el BBVA.