Los guantes de Víctor Valdés y las botas de Leo Messi ayudaron al Barcelona a pasar el trámite de Donetsk. Como en la ida, el portero y el «10» pusieron el principio y el final de un equipo que, por una vez, fue más eficaz que brillante. Salvo en los primeros y los últimos minutos, el Barça controló el partido con cierta comodidad, rebajando la leyenda del Donbass Arena. Como en el Camp Nou, los brasileños del Shakhtar propusieron mucho y no acabaron casi nada. Demasiado tiernos para una competición tan despiadada como la Liga de Campeones. Un torneo reservado para equipos hechos, como el Barcelona, que combate alguna baja importante tirando de automatismos.

Tras el ensayo de la última media hora frente al Almería, Guardiola quiso aprovechar el partido de ayer para medir la fiabilidad de Mascherano como central. Avisado por algunos desajustes de la pareja Busquets-Piqué, el técnico se exprime en la búsqueda de un complemento más parecido a los ausentes Puyol y Abidal. Prueba superada por Mascherano. A sus conocidas prestaciones para llegar a tiempo a los cruces y ganar las disputas en el cuerpo a cuerpo el argentino añadió un apreciable sentido posicional. Más de una vez corrigió los desajustes lógicos de la querencia ofensiva de Alves y completó un partido muy estimable.

Fue la conclusión más positiva para el Barcelona, al margen de un resultado que supone la primera victoria fuera de casa en la fase de eliminatorias con Guardiola en el banquillo. Cuando menos lo necesitaba por el 5-1 de la ida, en Donetsk el Barça fue capaz de alcanzar lo que se le había negado en los campos del Olympique de Lyon, Bayern, Arsenal (dos veces), Stuttgart e Inter. Lo consiguió sin necesidad de exprimirse, con mucha menos exigencia de la que se supone a unos cuartos de final de la Copa de Europa. Con mucho fútbol control y los detalles de sus hombres más en forma para marcar las diferencias.

La excelente parada de Víctor Valdés a Douglas Costa en el minuto 8 frenó los ánimos iniciales del Shakhtar y convenció al Barcelona de que tenía que tomar cartas en el asunto. Poco a poco, a base de juntar mucha gente en el centro del campo, el Barça obligó al rival a bailar al ritmo que más le convenía. Desbravado el Shakhtar, sobre la media hora Valdés disfrutaba de la noche ucraniana y Pyatov empezaba a temerse lo peor.

A la tercera, Messi se plantó solo delante del portero y marcó un gol que cerraba cualquier debate u opción a la sorpresa. A partir de ahí se agudizó el rondo azulgrana y quedaron más en evidencia los defectos del equipo de Lucescu. Hasta que, con todo el pescado vendido y algunos cambios pensando en lo que se avecina, la defensa del Barça se volvió a agrietar.

Valdés le hizo un paradón a Mkhitaryan y, muy al final, el boliviano Moreno falló una oportunidad tan clara como las que desperdiciaron sus colegas brasileños a lo largo de la eliminatoria. Daba igual, salvo por esa extraña estadística que hablaba de los problemas del Barcelona, campeón y semifinalista de las dos últimas ediciones, para plasmar su superioridad con victorias lejos del Camp Nou. Despachado el Shakhtar, nuevos retos aparecen en el panorama azulgrana.