Oviedo, J. E. CIMA

El pelotón de la Vuelta a Asturias disputaba ayer la etapa final en el mítico Naranco con los nervios a flor de piel, pero los seguidores de la carrera aún estaban conmocionados por el accidente del coche del equipo Andalucía Caja Granada que había caído al río Canero el día anterior, en un accidente en el que se salvaron milagrosamente el técnico Antonio Cabello, el mecánico Luis Luengo y el padre del ciclista Lechuga que también iba en el vehículo que cayó por un barranco de 5 metros de altura. Muchos directores deportivos, entre ellos, José Luis de Santos, Igor González de Galdeano, Josean Matxin, acompañados de mecánicos y masajistas, tuvieron que meterse en el río, con el agua hasta la cintura para salvar a los accidentados y luego hacer una cordada humana uniéndose por los brazos para regresar otra vez a la carretera.

Felizmente las secuelas no fueron muy graves. El técnico Antonio Cabello sufre problemas en las cervicales porque su mecánico Luis Luengo le tiró del cuello para que el agua no le alcanzara la cabeza y el director deportivo también tiene desgarros en el brazo y en la muñeca que tenía atrapada con la puerta. El mecánico Luis Luengo tiene varios golpes por el cuerpo, sobre todo varias costillas flotantes afectadas. Lechuga, el padre del ciclista andaluz, fue el más afortunado, aunque tenía cortes en la mano y en la frente que precisaron de varios puntos de sutura.

Antonio Cabello se marchó ayer por la mañana con el brazo en cabestrillo y un collarín en el cuello para Córdoba. LA NUEVA ESPAÑA habló con el ex ciclista y ahora director deportivo, tras una larga trayectoria de 39 años. Las lágrimas inundaron sus ojos y también las palabras se entrecortaron de emoción cuando relataba que «lo pasé muy mal al ver el agua que me llegaba al cuello y parecía que me iba a ahogar», para añadir sobre su brazo aprisionado con la puerta que «hasta llegué a pensar en arrancármelo antes que verme morir ahogado. Por eso, ahora tengo tantos problemas de desgarros en el brazo izquierdo».

En cuanto a la salida del coche de la carretera para caer luego al río, Cabello explica que iban en caravana los coches de equipo cuando «vi que se ensanchaba la carretera por la orilla y me abrí para echar una ojeada al pelotón. Pero aquello no era todo asfalto, tenía mucha gravilla y empezó a patinar la rueda. Pise el freno y el coche se marchó más embalado porque también había hierba debajo. Nunca había tenido un percance con el coche».

El salto al vacío y hacia lo desconocido también impactó a los ocupantes del Andalucía. Cabello no olvida cómo «voló el coche, dio vueltas de campana en esos 5 metros de altura y cayó de morro sobre el río. Luego quedó de costado entrándonos mucha agua. Fue un milagro que nos salváramos en esas circunstancias. Luis (Luengo) en sus ansias por salvarme me tiraba fuerte del cuello para que el agua no me tapara y por eso tengo problemas en las cervicales. Pero salimos vivos y agradezco cómo nos ayudaron los compañeros de otros equipos. Con tantas cosas que vivimos en el ciclismo mira con qué cosa más tonta casi perdemos la vida», señaló.