La serie de clásicos deja un paisaje desolador. Cuatro partidos después, el Madrid es campeón de Copa, el Barcelona está en la final de Wembley y la Liga pinta muy azulgrana. Pero más allá de los objetivos últimos queda una imagen muy deteriorada del fútbol español, que puede tener repercusiones incluso en la selección de Vicente del Bosque. El resumen puramente futbolístico deja pocos goles (siete en cuatro partidos), consecuencia de las precauciones mutuas. Como el fútbol escaseó y brotó a rachas, sobre todo impera la sensación de que Barça y Madrid dedicaron más fuerzas a la pelea que al juego. Un triste panorama después de la madre de todas las batallas.

El clásico más largo acabó con el mismo resultado que empezó (1-1), pero en medio quedaron los dos resultados verdaderamente determinantes. El gol de Cristiano Ronaldo dio la victoria al Madrid en la Copa. El doblete de Messi en el Bernabeu encarriló la eliminatoria de la Liga de Campeones para el Barça. Fue, quizá, lo único coherente de todo lo ocurrido en 18 días: las estrellas de cada equipo aparecieron en el momento oportuno para decidir lo importante.

Los cuatro Madrid-Barça, o Barça-Madrid, más recientes no se explican sin el recuerdo del 5-0 de la primera vuelta en el Camp Nou. La gente más cercana a Mourinho asegura que el técnico portugués se juramentó aquella noche para que no se volviese a repetir tamaña escabechina. Mantuvo el esquema de juego (4-2-3-1) en los partidos contra equipos manifiestamente inferiores, pero fue perfilando su plan anti-Barça con el transcurso de la temporada.

Las negociaciones para la renovación de Pepe dieron pistas sobre los planes de Mourinho. El técnico considera al "3" fundamental para el Madrid tanto por sus condiciones defensivas, ya conocidas, como por sus virtudes para armar el juego. Aprovechó un partido en San Mamés, una semana antes del pistoletazo de salida de los clásicos, para probar a Pepe como mediocentro, escoltado por otros dos centrocampistas puros. La visita a la Catedral convenció a "Mou" de que era el instrumento adecuado para gripar la sala de máquinas azulgrana, formada por el triángulo Xavi-Messi-Iniesta.

Aunque se pintaba como el más intrascendente, el partido de Liga acabaría marcando a fuego la serie. Tanto por lo futbolístico como por lo diplomático. Allí nació un Madrid exageradamente defensivo, que esperaba a su rival a partir del centro del campo. Y también se vislumbró un Barcelona más contenido de lo habitual, representado sobre todo en un Alves que apenas visitó el campo contrario. Y del césped del Bernabeu, incluso del túnel de vestuarios, saltaron las primeras chispas que iban a incendiar las relaciones entre jugadores, técnicos y dirigentes de ambos clubes.

El último choque ha sido el que menos conflicto generó entre los jugadores. Pero las relaciones entre las dos plantillas se habían deteriorado. Se notaba por el lenguaje corporal de los futbolistas y lo confirmaron declaraciones como las de Casillas, molesto con algunos jugadores del Barça. La próxima lista de Vicente del Bosque puede dar pistas sobre las secuelas del clásico más largo.

Ahora todos tratan de restañar las heridas. Pedro Rodríguez no cree que los"piques" afecten a la cohesión de la selección. Xabi Alonso aclaró ayer en su Twitter que él en ningún momento ha manifestado que las relaciones entre los internacionales de ambos conjuntos estaban rotas. Alonso expresó su sorpresa por el rumor que circuló sobre sus presuntas palabras durante la pasada madrugada

En las últimas horas, bien al contrario, se produjeron saludos simbólicos que pueden ayudar a restablecer la normalidad. Alonso y Arbeloa felicitaron a los azulgranas en el túnel del Camp Nou. Pero a este drama todavía le resta un último capítulo. El bando merengue aguarda la decisión de la Comisión de Disciplina de la UEFA, que fallará mañana sobre la polémicas declaraciones de Mourinho tras el partido de ida y la sanción sufrirá Pepe.