El Real Sporting de Gijón logró del Ayuntamiento de la ciudad, además de otras ayudas millonarias, un contrato muy beneficioso para el alquiler de El Molinón, a un precio que se puede considerar de simbólico. Para acallar las protestas de los gijoneses, o quizá las conciencias de munícipes y primer equipo local, se incluyó en el contrato una cláusula por la que el Real Sporting se comprometía a jugar todos los años un partido de fútbol cuya recaudación se dedicaría a ayudar a los equipos de fútbol base de la ciudad.

Teniendo en cuenta que el primer beneficiario de los equipos modestos de Gijón es el propio Sporting, la medida no parecía que supusiera un esfuerzo muy grande para el club, mientras que para el fútbol base era una ayuda fundamental.

Esta cláusula no se cumplió prácticamente nunca. Hace años ya que se jugaron los dos únicos partidos que pueden recibir tal nombre, primero contra un equipo árabe absolutamente desconocido y luego, otro año, contra una selección asturiana. Era poco, pero como declaración de intenciones se podía aceptar. Se quedó en eso, en intenciones.

El pasado año se cubrió el trámite en un partido contra el filial a las doce de la mañana en Mareo. Fue un entrenamiento elevado a la categoría de partido, pero al menos se cubrieron las formas, jugándolo a las doce de la mañana.

Este año ni siquiera se cubrieron esas formas. El partido se jugó a las diez de la mañana de un sábado y los equipos ni siquiera vistieron sus uniformes oficiales. Fue un entrenamiento puro y duro, por muchas historias que se quieran contar. El propio entrenador del Sporting lo reconoció así cuando justificó la hora diciendo que los jugadores tenían entrenamiento ese día y a esa hora, lo que les permitía tener la tarde libre para disfrutar del fin de semana.

El Ayuntamiento, parte interesada en el contrato como propietario de El Molinón, en el que, por cierto, ha hecho inversiones millonarias cuyo principal beneficiario sigue siendo el Sporting además de una empresa privada que se ha quedado con los locales por unos cuantos años, no ha dicho nada.

La Asociación de Fútbol Base de Gijón, tampoco, a pesar de que sus derechos han sido gravemente pisoteados.

Pese al silencio de las partes interesadas, la sensación que queda es la de fraude al fútbol base, al que por conveniencia de un equipo grande se le priva de unos ingresos que legalmente corresponden a los casi treinta equipos localizados en Gijón. O lo que es lo mismo, a miles de chavales de todas las edades que cada semana se entrenan y juegan como auténticos profesionales, eso sí, sin ver un duro, cuando no poniéndolo de su bolsillo o del de sus padres.

Los contratos son para cumplirlos y cuando, como en este caso, hay tres partes interesadas y es una la que no lo cumple, las otras dos, Ayuntamiento y Asociación de Fútbol Base, deben denunciarlo y exigir su cumplimiento o rescindir el contrato.

A los actuales representantes municipales el tema les pilla de nuevos. Para este año ya no se puede hacer nada, o, a lo mejor, sí, pero para el próximo año debe pedírseles que exijan el cumplimiento de lo pactado, en letra y espíritu, no sólo en letra.

A los directivos del fútbol base ya se les puede pedir que expliquen ahora por qué admiten este fraude. Argumentos para rechazarlo tienen unos cuantos, basta con que hagan una lista de los jugadores que ellos «cultivaron» y acabaron vistiendo la camiseta del Sporting en sus distintas categorías, incluyendo la Primera.