El Valencia fue feliz atacando la defensa de tres del Barça y sufrió luego, cuando Guardiola recuperó el dibujo habitual. La consecuencia de este duelo de estrategias fue el empate, con dos protagonistas estelares: Mathieu y Messi. En la ficha del partido aparecerán Pablo Hernández, Pedro y Cesc, pero los que marcaron las diferencias fueron los asistentes. El Barcelona pagó su mal primer tiempo y se le hizo corto el segundo, mientras que el Valencia estuvo tentado de pedir la hora. El empate, en cualquier caso, alimenta el ego del valencianismo, siempre dispuesto a colarse en la fiesta de los dos grandes del fútbol español.

Emery le aguantó el envite a Guardiola. Cuando el técnico valencianista comprobó que el Barça se plantaba con el 3-4-3, no dio un paso atrás ni para tomar impulso. Con Alves como extremo-extremo, Emery supo que por la banda izquierda de su ataque se le abría un campo de oportunidades. Y para allí mandó a Mathieu, que encaró una y otra vez a Mascherano, que puede ser un central de garantías pero sufre como lateral. Mathieu entró hasta la cocina cuatro veces: dos acabaron en gol, una la sacó Abidal y la última, ya cerca del descanso, asombró a todo el mundo, al comprobar que Soldado había fallado el remate más fácil de su vida.

La disposición táctica de Guardiola metió al Barça en problemas defensivos y le atascó en ataque. Con cuatro centrocampistas, más Messi, ahogó los espacios para la circulación. Con Alves esperando arriba, en vez de sorprender desde atrás, el Valencia lo tuvo muy fácil para contrarrestar al campeón. Sólo una vez funcionó el toque azulgrana, tras un taconazo de Cesc continuado por Messi con un pase que aprovechó Pedro. Así, en un pispás, el Barça solucionó su primer desliz defensivo. Tres minutos después, Rami derribó a Messi encima de la línea, pero el árbitro no se atrevió a señalar penalti y a mostrar la segunda amarilla al francés.

Tras esos momentos de duda, el Valencia volvió a imponer su estilo, más directo que el de su rival, pero sin renunciar a tener el balón. Tanto fue así que el porcentaje de posesión fue inusualmente parejo cuando por medio está el Barcelona. Una apuesta más sencilla cuando se cuenta con peloteros como Banega, espléndido, Canales o Pablo Hernández.

El increíble fallo de Soldado dejó abierto el partido y Guardiola volvió sobre sus pasos. Primero recuperó el dibujo y después aireó el equipo con Adriano, Villa y Thiago. Con cada uno en su sitio, el Barça domó el partido y activó a Messi, que lo hizo todo bien salvo un mano a mano que le ganó Guaita. Suyo fue el pase del empate a Cesc, otro a Villa que contrarrestó Guaita e incluso un último asalto al área en el que acabó emparedado por Miguel y Rami. El árbitro volvió a negarle el penalti.