Josu Uribe, entrenador gijonés de 42 años, regresó el jueves de su aventura griega como técnico del Panserraikos, de Segunda División, al ver que el club no cumplía las garantías esperadas y no podía trabajar deportivamente como deseaba. Fueron tres largos meses de «buena experiencia al estar en un país extranjero y practicar otro idioma, pero al ver que no podía elegir los futbolistas, decidí llegar a un acuerdo con el presidente para dejarlo antes de iniciarse la Liga», comenta.

El equipo griego de Serres, en Macedonia, tenía hasta esta última semana aún opciones de un puesto en Primera División porque faltaban dos plazas por cubrir. Uribe tiene claro que «cuando fue allí a probar el delantero Carlos Álvarez, que hizo dos partidos sensacionales y fue el mejor del equipo, pero el presidente no quería fichar a un español, tenía ya que haberme marchado. Sabía que me podía ayudar aportando goles».

No obstante, el técnico asturiano reconoce que «fue mi familia quien me pidió que aguantara un poco más. Pero ahora ya me estaba haciendo daño todo y preferí tomar una salida con acuerdo económico con el presidente que paga hasta el día que trabajas, no el contrato. Espero que lo cumplan porque allí no hay garantías como en España. Esto es un aviso también a profesionales de cómo está la situación del fútbol y del país».

Precisamente allí habló con los técnicos españoles Manolo Jiménez, que estaba en el AEK de Atenas, y Óscar Fernández, en el Asteras Trípolis, para estar al tanto de aquel fútbol. «Ambos me orientaron. Jiménez me dijo que si no estaba a gusto con el trabajo que me volviese para casa. Allí no tienes garantía de cobrar y si no llegas a un acuerdo tienes que ir al juzgado y te toca ponerte a la cola. Ya tenía los billetes para que fuese la familia, pero rompí todo», señala. Uribe considera que «fue un error ir sin una persona de confianza como técnico para estar más arropado. Allí no hay director deportivo y todo lo hace el presidente, aunque vive a 100 kilómetros. Cuando iba a las reuniones ya lo tenía todo decidido y jugadores fichados, que no me valían. Con cuatro fichajes españoles hubiera reforzado el equipo. Ellos entienden así el fútbol y tengo que respetarlo. Pero no era lo que yo me esperaba cuando me ficharon y con las ilusiones que iba. Vivo ahora más a gusto en casa, trabajando con mi escuela de fútbol y esperando una oferta profesional».

Como sportinguista siguió al equipo desde Grecia aunque «la televisión allí no daba los partidos. Me los tragué por internet. Me alegro por el triunfo ante el Granada. Sé que Preciado estaba en dificultades, pero tiene una varita mágica y esa fuerza mental para salir para arriba. Lo va a lograr para estar en la pelea por mantenerse en Primera, que es la aspiración del Sporting».