«Tu mente está vacía, tu cerebro deja de funcionar y tu cuerpo está sujeto a la cama; el futuro es una habitación oscura».

Alcanzada la madrugada, Stan Collymore reunió el aplomo suficiente para sentarse frente al teclado y contar su historia. «He decidido twitear mi experiencia personal sobre el último ataque de depresión que sufrí ayer», encabezaba el inglés el escrito publicado en su cuenta de Twitter a las 04.48 horas del pasado sábado. «Hace diez días empecé a sentir ansiedad, que llevó a un miedo irracional y se convirtió después en insomnio durante tres días (?). Mis niveles de energía se hundieron hasta el cero y pasé de dormir 8 horas a 18», relata.

Pocos se imaginaban un camino como el actual hace once años, cuando Stan «The Man» Collymore (Stone, Inglaterra, 1971) fichaba por el Oviedo tras vivir una carrera turbulenta en el fútbol inglés. Después de pasar por ocho equipos de primer nivel y coleccionar a partes iguales grandes titulares deportivos con escándalos y fracasos sonados en los tabloides, Stan vio la oportunidad de emprender su primera aventura en el extranjero. Por petición expresa de Radomir Antic, Collymore llegó a El Requexón.

«Era un tío majo», recuerda su ex compañero Iván Ania; «no hablaba ni papa de castellano, pero se integró bien. Entraba en las bromas, hacía vestuario». Antic, entrenador del Oviedo aquel enero de 2001, había sido el primero en defenderle. «Es equilibrado y culto. Si viene estamos hablando del fichaje más barato en la historia del fútbol. Un lujo», declaró el serbio días antes de confirmarse su fichaje. En El Requexón no son pocos los que recuerdan la frase con la que convenció a Eugenio Prieto. «Presidente, con Collymore, UEFA», dicen que expresó en su castellano poco elaborado en aquel invierno de 2001 cuando el Oviedo transitaba por la zona noble de la Liga. Meses después el equipo descendió a Segunda.

Otros sí habían avistado el peligro. El periodista John Carlin desconfiaba del paso de su compatriota por Oviedo. «Comparado con Collymore, Paul Gascoigne es un perfecto Bobby Charlton, un correctísimo gentleman, un impecable profesional», le definió en «El País», el 25 de enero de 2001.

En su hoja de méritos, Collymore acumulaba por entonces una agresión a su novia -la famosa presentadora Ulrika Jonsson- en un bar de París y el ingreso en una clínica psiquiátrica en 1999, donde le diagnosticaron depresión severa tras admitir que había pensado en el suicidio. Pero Antic mantuvo su apuesta firme. Duró 34 días.

Lo primero que hizo a su llegada a El Requexón fue «adoptar» a un compañero. «Me miró, me señaló y me dijo: "Tú eres mi amigo". No sé, quizás era porque tenía una estética similar a la suya, pero le caí bien desde el primer momento». Joyce Moreno habla con desparpajo de su buen amigo en el vestuario. «Era algo pueril, como un niño grande, pero sin maldad», asegura. El panameño repasa con alegría algunas anécdotas juntos. «Estábamos cenando en Oviedo, hablando de música, cuando le comenté que me gustaba mucho el grupo "Prodigy". Stan cogió el teléfono y me puso con el líder de la banda, que era amigo suyo. ¡Flipé!», cuenta Joyce. «Al colgar, le dije que también me gustaba Eric Clapton. A ver si colaba?». Stan desenfundó el móvil y le puso con el artista en una sola llamada.

Collymore parecía disfrutar en su nuevo destino, pero su rendimiento deportivo dejaba mucho que desear. El inglés llegó a Oviedo sobrepasando los tres dígitos en la báscula. Una alimentación deficiente y una vida desordenada tenían la culpa. «Tenía fama de fiestero. Un día no acudió al entrenamiento y decían que había tenido una pelea por la noche», comenta una persona que compartió vestuario con él. «En sus cinco semanas en Oviedo sólo salí una noche con él. Al día siguiente es cierto que se montó un poco de revuelo porque no fue a entrenar, pero la noche anterior no ocurrió nada raro», le excusa Joyce Moreno. La excusa puesta por el inglés para ausentarse del entrenamiento fue pobre. «¡Bad fish!», repitió ante el cuerpo técnico en alusión a una ingesta de pescado en mal estado.

Donde Collymore no encuentra defensa posible es en la alimentación. Joyce Moreno pone un ejemplo que define su dieta desordenada. «Después de un entrenamiento le llevaba en coche a su hotel y me mandó parar. Se bajó y entró en una tienda de alimentación. No entendía nada», relata el panameño, «al poco salió con una botella de Coca- Cola de 2 litros y una bolsa llena de Kit-Kat. Habría unos 40 o 50». Collymore comprobó el estado de sorpresa de su compañero y se escudó en un simple: «¿Qué pasa? Es mi comida». «The Man» llegó a Oviedo con 102 kilos y el club le impuso una dieta estricta. En su último paso por la báscula, el inglés alcanzó los 106 kilos.

Los condicionantes no ayudaban a que su rendimiento en el Oviedo fuera el deseado. Más bien lo contrario. Con los azules, Collymore sumó 71 minutos en tres partidos de Liga. «No diría que bajamos por su culpa, pero afectó al vestuario. No estaba para jugar», sostiene un ex compañero. A los 34 días desapareció sin dejar rastro. «No, de mí no se despidió», asegura Joyce Moreno. «Nos enteramos de que se había ido porque alguien le vio en el aeropuerto», añade Iván Ania. En su huida, al inglés no le dio tiempo ni a recoger su material. Diego Cervero, por entonces juvenil, heredó las botas Nike que dejó olvidadas en el vestuario.

Oviedo supuso el triste colofón a una carrera tormentosa, un capítulo más en la copiosa obra de juguetes rotos del fútbol británico. Pero su salida también se convirtió en el punto de partida de su caída en picado. Y eso que tras dejar el fútbol el británico tenía claro su futuro. Joyce Moreno fue el último en tener contacto con él. El panameño localizó a Collymore meses después de su espantada. Estaba en Nueva York, asistiendo a una academia de arte dramático. «Me dijo que quería ser actor», apunta Moreno, «sólo repetía una cosa: "Joyce, seré el James Bond negro"». Sus sueños en la gran pantalla se cumplieron a medias. En 2005 compartió reparto con Sharon Stone en «Instinto básico 2». Su personaje, Kevin Franks, duró 30 segundos en la trama antes de ser asesinado por Catherine Tremmell, interpretada por Stone.

Después llegarían los ataques de depresión, esporádicos, pero capaces de retenerle en la cama «18 horas al día», como él mismo expresa ahora. La enfermedad no le ha impedido en los últimos años una actividad incesante: Collymore ha colaborado como comentarista deportivo para la BBC, Eurosport, la televisión de Ghana o el «Daily Mirror». También ha escrito su biografía: «Stan: Tackling my demons» (algo así como «Stan: haciendo una entrada a mis demonios»). En medio de su actividad ha tenido tiempo para reconocer su adicción al «dogging» (practicar sexo en lugares públicos), y participar en algunas peleas callejeras (la última terminó con una fractura de nariz tras ser agredido por un equipo de rugby en Dublín).

«En los últimos diez años, el suicidio sólo se ha pasado por mi cabeza una o dos veces», comenta ahora en Twitter. Collymore, héroe estrellado, turista millonario en Oviedo que debe 300.000 euros al club, enfermo reconocido ahora, ha aprovechado la depresión para apoyar a todas las personas en una situación similar a la suya. Quizá busque redimirse de algunos de sus pecados y ayudarle a salir del túnel. Collymore, al menos, dice saber la receta: «Nada de "espabílate" o "sal de la cama, perezoso imbécil". Sólo escuchar al enfermo, ir al médico inmediatamente y ayudarle a lograr los objetivos poco a poco».