El anunciado cambio de ciclo tendrá que esperar. Los astros se alinearon de nuevo a favor del fútbol. Y me refiero a los astros del balón. A un Xavi que ya ha impartido seiscientas lecciones magistrales con la camiseta del Barça y un centenar con la de la selección (alguien por cierto debería tener la elegancia de evitar que Xavi se retire sin levantar el «Balón de oro»); a un sedoso Iniesta que desnuda las miserias de sus marcadores con tanta finura que hasta parece sencillo y a un Messi que es un futbolista de época, sólo comparable a los mejores de todos los tiempos. La mención especial es para Víctor Valdés. Probablemente el portero que mejor juega con los pies del mundo cometió ayer un error incomprensible que cambió por completo el escenario del clásico. Falló Valdés, pero no se arrugó y siguió tocando y parando, cuando hubo que parar, que fueron pocas veces.

El cambio de ciclo se había anunciado por los voceros habituales, pero el campeón está muy vivo. Tanto que ya comanda la clasificación. Sí, porque el Barça es líder. Los puntos sumados, sumados están y habrá que ver si el Madrid es capaz de ganar en el Sánchez Pizjuán, donde todo el mundo sabe que las victorias no se regalan. Si gana, que puede ser, entonces sí tendrá la ventaja de tres puntos. Mientras tanto, el Barça vuelve a ser el primero de la clase y se marcha feliz a Japón.

Salvo el error de Valdés, el partido de anoche siguió el guion previsto. Cada equipo hizo lo que mejor se le da. El Barça, su fútbol de autor que combina la belleza estética con la eficacia. El Madrid corrió más que nunca, presionó mientras pudo, pero no bastó. El mejor Madrid que Mourinho puede ofrecer no alcanza para discutir la victoria a un Barça que se demuestra superior un clásico tras otro. Ni el error de Valdés equilibró las fuerzas.

Pasa con los equipos lo mismo que con sus estrellas. Messi no marcó, cosa rara cuando juega contra el Madrid, pero firmó un partido sobresaliente y estuvo en la génesis del fútbol azulgrana. Ronaldo sólo se dejó ver en el lanzamiento de faltas, se saltó la presión de sus compañeros y no fue desequilibrante.

Queda mucha Liga, pero la decoración ha cambiado. El Barça de Guardiola es más que un equipo de moda, es la personificación de un estilo, de un amor al fútbol estético, de la pasión por el toque. Y que encima gana.