Hace cuatro años, Alberto Suárez Laso recibió un golpe de los que tumban al más fuerte. Una visita rutinaria al oftalmólogo se convirtió en la dolorosa certeza de que podría perder totalmente la visión. Recién casado, con un trabajo estable y gran deportista, a Alberto le dieron ganas de salir corriendo. Eso hizo. Por recomendación de un amigo empezó a entrenar y ahora, cuatro años después, el atletismo se ha convertido en su mejor válvula de escape de la cruda realidad. La constancia y unas condiciones físicas naturales privilegiadas le han convertido en el mejor del mundo en maratón en su categoría. El sábado ganó la «San Silvestre» de Oviedo. El 9 de septiembre espera proclamarse campeón de los Juegos Paralímpicos.

En 2007 Alberto Suárez empezó a correr con su amigo Pablo Morales, una de las personas decisivas para que levantase cabeza. Dos años después, tras comprobar que le gustaba y que tenía condiciones, se lo tomó más en serio. Fichó por el Oviedo Atletismo y se puso a las órdenes de Jesús Castaño, que no tardó en comprobar que Alberto tenía «unas cualidades impresionantes. Era un chaval fuerte y con mucha resistencia, ideal para las carreras de fondo». Desde que la ONCE le reconoció su discapacidad, la carrera deportiva de Suárez Laso dio otro salto que su entrenador ha seguido muy de cerca.

El 6 de junio de 2010, en el maratón del Nalón, dio el primer aviso de sus posibilidades, al batir el récord del mundo de su categoría, en ese momento la B2. Siete meses después, cuando afrontó el Mundial paralímpico de maratón en Nueva Zelanda, Alberto Suárez era el mejor atleta y había empeorado de su enfermedad. Compitió en la categoría T-12, la anterior a la ceguera absoluta, y volvió a España con la medalla de oro y el récord del mundo.

Motivado, la evolución de Alberto Suárez le convirtió en un atleta imparable. Por eso fue capaz de rebajar en casi tres minutos su propio récord en el maratón de Capri (Italia), para dejarlo en 2 horas, 25 minutos y 2 segundos, una marca increíble para un deportistas con sus condicionantes. Una gesta teóricamente recompensada con la plaza para los Juegos Paralímpicos de Londres. Poco después, sin embargo, se llevó un chasco, cuando el comité le informó de que tenía que lograr la mínima, establecida en 2-32-50. El 19 de febrero, en Sevilla, espera pasar el trámite.

De momento, Chus Castaño ya tiene a buen recaudo los billetes de avión para estar en Londres el 9 de septiembre, fecha reservada en el calendario de los Juegos Paralímpicos para el maratón. Una medalla en Londres sería lo máximo para Alberto y una gran alegría para Castaño y el grupo de trabajo que le ha arropado en estos dos años. La gente que lo acompaña en los entrenamientos de la pista de San Lázaro o el Parque de Invierno, que Suárez Laso conoce al dedillo.

Otra cosa es La Morgal, un escenario que ha tenido que descartar porque era muy propicio para las lesiones. Alberto Suárez nunca escatima tiempo de entrenamiento y cumple a rajatabla con las diez sesiones semanales, ya que tres días a la semana dobla. Pese a esa carga de trabajo, en estos dos años apenas ha tenido más problemas físicos que una fascitis plantar, en parte gracias al trabajo del fisioterapeuta Mikel López Piedra.

Jesús Castaño está encantado con la progresión deportiva de su atleta, pero aún más con su calidad humana: «Alberto es una persona superseria, recta, con una fuerza y unas ganas de salir adelante extraordinarias. Y con los pies en el suelo. Se comporta igual ahora que es campeón del mundo que cuando empezó a entrenar con nosotros. Es como un padre para los chavales del grupo». Mientras su reducida visión se lo permita, Alberto Suárez quiere seguir en ese ambiente, sin necesidad de un guía que lo acompañe en los entrenamientos o en las competiciones. Y eso que su historia es como para salir corriendo.