La Real Federación Española de Tenis, en representación de toda la historia del tenis español, aprovechará la próxima eliminatoria de la Copa Davis en Oviedo para rendir un merecidísimo homenaje a Manuel Galé Iglesias otorgándole la insignia de oro de la propia Federación, máxima distinción de la institución.

En un entorno en el que siguen prevaleciendo excesivamente las pequeñas miserias, las ambiciones y los acomodos, los arribismos y las zancadillas, Galé continua siendo el caballero generoso que mira siempre más allá que el resto, el que mejor distingue entre personajillos y personas, quien soporta con franciscana paciencia algunas deslealtades, y quien permanece fiel a su idea original, alimentada durante medio siglo, de resultar útil al tenis por encima de todo. Oro puro. No sé si la insignia federativa tendrá los quilates suficientes.

Manolo o Manolín Galé, tal y como es conocido en todo el mundo del tenis, es destacado directivo de la Federación Española desde hace muchos años, ha venido colaborando con todos los presidentes de la misma que se han ido sucediendo durante décadas -siendo actualmente con diferencia su directivo más veterano- y con las federaciones territoriales y clubes deportivos de todo el país. Continúa estando al frente de la Federación de Tenis del Principado de Asturias, ha sido el artífice de las tres eliminatorias de Copa Davis disputadas hasta ahora en Asturias y del único Gran Prix Internacional celebrado hasta el momento aquí, precisamente en un casi estrenado Palacio de los Deportes de Oviedo, y ha sido el impulsor de buena parte de iniciativas deportivas que aún permanecen: el Club de Tenis de Avilés, multitud de torneos regionales, el Tenis Playa de Luanco, la Gala Anual del Tenis Asturiano? Cincuenta años dedicados con enorme ilusión e insólito desinterés económico al tenis regional y nacional.

En su dilatada trayectoria de promotor del deporte, Manolo ha dado la lata permanentemente a instituciones y a empresas, a dirigentes y a ciudadanos, y ha sido autor de sablazos amables que le han permitido sobrellevar con constancia y hasta con alegría las penurias del tenis base, siempre huérfano de apoyos.

Ha recorrido de esquina a esquina las canchas de los cinco continentes siguiendo las competiciones en las que participaban los tenistas españoles, ha estado en palcos presidenciales y en apartadas gradas altas, ha soportado resfriados por las corrientes del viento invernal y sofocones por el sol abrasador del mediodía, y ha tenido la oportunidad de tratar y, en algunos casos, de ser amigo bien distinguido de figuras del tenis internacional como Bjorn Borg -a cuya primera boda asistió especialmente invitado por el campeón sueco-; legendarios como Rod Laver, Lew Hoad, Nastase, Lendl, Vilas, Connors, Navratilova, Evert, y, cómo no, los compatriotas Santana, Arilla, Gimeno, Orantes y todos y cada uno de los distinguidos tenistas que les siguieron: Ferrero, Moyá, Arancha, Conchita, Ferrer, Verdasco, Nadal, Feliciano?, la lista sería interminable.

A muchos de ellos los ha «liado» Manolo en más de una ocasión comprometiendo su presencia en Asturias con cualquier disculpa amistosa que facilitara el evento deportivo o el encuentro de estas figuras con los más jóvenes deportistas («Me lo ha pedido Galé», explican complacidos). Presencié más de una vez el sentido respeto y la alta consideración con que le trataba Juan Antonio Samaranch, y es constatable también que mantiene amigos deportistas de distintas generaciones y de muy variadas disciplinas.

Si alguien quiere verse hoy con un testigo irrepetible de la historia internacional de un deporte como el tenis tiene que venir a Salinas o a Oviedo y compartir una coca-cola («zero, por favor») con Manolo Galé. Encontrará humor, memoria viva, nombres, tácticas, resultados y anécdotas de primera mano que alargan aún más su dilatada dedicación («por pura afición») al tenis.

Nadie promete que haya visto, ni en muy pretérita ocasión, jugar un solo set a Manolo. Quienes le aprecian mucho sí lo afirman, pero no se atreven a jurarlo. Manolín era un apuesto y distinguido joven avilesino, aunque ya con sobrepeso en su veintena, y siempre se le recuerda, incluso en aquellos primeros momentos, como un diligente y constante gestor de iniciativas encaminadas a que otros sí jugasen. Eso lo ha logrado con enorme éxito.

Esa dedicación y esa perseverancia se ven reconocidas ahora con la mayor distinción que la Federación Española de Tenis concede, y el escenario de su entrega será la pista de juego asturiana de esta inmediata primera ronda de la Copa Davis. Toda España será testigo.

Enhorabuena.

La Real Federación Española de Tenis, en representación de toda la historia del tenis español, aprovechará la próxima eliminatoria de la Copa Davis en Oviedo para rendir un merecidísimo homenaje a Manuel Galé Iglesias otorgándole la insignia de oro de la propia Federación, máxima distinción de la institución.

En un entorno en el que siguen prevaleciendo excesivamente las pequeñas miserias, las ambiciones y los acomodos, los arribismos y las zancadillas, Galé continua siendo el caballero generoso que mira siempre más allá que el resto, el que mejor distingue entre personajillos y personas, quien soporta con franciscana paciencia algunas deslealtades, y quien permanece fiel a su idea original, alimentada durante medio siglo, de resultar útil al tenis por encima de todo. Oro puro. No sé si la insignia federativa tendrá los quilates suficientes.

Manolo o Manolín Galé, tal y como es conocido en todo el mundo del tenis, es destacado directivo de la Federación Española desde hace muchos años, ha venido colaborando con todos los presidentes de la misma que se han ido sucediendo durante décadas -siendo actualmente con diferencia su directivo más veterano- y con las federaciones territoriales y clubes deportivos de todo el país. Continúa estando al frente de la Federación de Tenis del Principado de Asturias, ha sido el artífice de las tres eliminatorias de Copa Davis disputadas hasta ahora en Asturias y del único Gran Prix Internacional celebrado hasta el momento aquí, precisamente en un casi estrenado Palacio de los Deportes de Oviedo, y ha sido el impulsor de buena parte de iniciativas deportivas que aún permanecen: el Club de Tenis de Avilés, multitud de torneos regionales, el Tenis Playa de Luanco, la Gala Anual del Tenis Asturiano? Cincuenta años dedicados con enorme ilusión e insólito desinterés económico al tenis regional y nacional.

En su dilatada trayectoria de promotor del deporte, Manolo ha dado la lata permanentemente a instituciones y a empresas, a dirigentes y a ciudadanos, y ha sido autor de sablazos amables que le han permitido sobrellevar con constancia y hasta con alegría las penurias del tenis base, siempre huérfano de apoyos.

Ha recorrido de esquina a esquina las canchas de los cinco continentes siguiendo las competiciones en las que participaban los tenistas españoles, ha estado en palcos presidenciales y en apartadas gradas altas, ha soportado resfriados por las corrientes del viento invernal y sofocones por el sol abrasador del mediodía, y ha tenido la oportunidad de tratar y, en algunos casos, de ser amigo bien distinguido de figuras del tenis internacional como Bjorn Borg -a cuya primera boda asistió especialmente invitado por el campeón sueco-; legendarios como Rod Laver, Lew Hoad, Nastase, Lendl, Vilas, Connors, Navratilova, Evert, y, cómo no, los compatriotas Santana, Arilla, Gimeno, Orantes y todos y cada uno de los distinguidos tenistas que les siguieron: Ferrero, Moyá, Arancha, Conchita, Ferrer, Verdasco, Nadal, Feliciano?, la lista sería interminable.

A muchos de ellos los ha «liado» Manolo en más de una ocasión comprometiendo su presencia en Asturias con cualquier disculpa amistosa que facilitara el evento deportivo o el encuentro de estas figuras con los más jóvenes deportistas («Me lo ha pedido Galé», explican complacidos). Presencié más de una vez el sentido respeto y la alta consideración con que le trataba Juan Antonio Samaranch, y es constatable también que mantiene amigos deportistas de distintas generaciones y de muy variadas disciplinas.

Si alguien quiere verse hoy con un testigo irrepetible de la historia internacional de un deporte como el tenis tiene que venir a Salinas o a Oviedo y compartir una coca-cola («zero, por favor») con Manolo Galé. Encontrará humor, memoria viva, nombres, tácticas, resultados y anécdotas de primera mano que alargan aún más su dilatada dedicación («por pura afición») al tenis.

Nadie promete que haya visto, ni en muy pretérita ocasión, jugar un solo set a Manolo. Quienes le aprecian mucho sí lo afirman, pero no se atreven a jurarlo. Manolín era un apuesto y distinguido joven avilesino, aunque ya con sobrepeso en su veintena, y siempre se le recuerda, incluso en aquellos primeros momentos, como un diligente y constante gestor de iniciativas encaminadas a que otros sí jugasen. Eso lo ha logrado con enorme éxito.

Esa dedicación y esa perseverancia se ven reconocidas ahora con la mayor distinción que la Federación Española de Tenis concede, y el escenario de su entrega será la pista de juego asturiana de esta inmediata primera ronda de la Copa Davis. Toda España será testigo.

Enhorabuena.