Adrián Colunga, el último fichaje del Sporting, visitó ayer por la tarde a su abuelo Sindo (Oviedo, 1932), que también fue extremo del Sporting durante dos temporadas (1954-56). Sindo fue el principal mentor de Adrián cuando jugaba en las categorías inferiores del club rojiblanco. LA NUEVA ESPAÑA estuvo presente en la reunión que se produjo en un piso del barrio de Santullano, en Oviedo. «No saliste en el mejor momento porque el campo estaba encharcado y encima te tocó de delantero centro ante grandes como Sergio y Flaño cuando tú eres un mediapunta. Además, solamente jugaste 20 minutos», le espetó el abuelo de 80 años. La respuesta de Adrián Colunga no se hizo esperar: «El balón rodaba mal al estar el campo pesado y no pude aprovechar mi velocidad».

Colunga llevó a casa de su abuelo una camiseta rojiblanca con su nombre y se la enfundó, realizando un gesto de fuerza. El abuelo Sindo sonríe con ojos brillantes de alegría viendo cómo el nieto regresa por fin al club de sus amores. «Vi el partido por la tele. No fui al campo porque hacía mucho frío y había miedo a volver enfermar. El primer tiempo me gustó como jugó el Sporting; luego el Osasuna, que no es moco de pavo, fue creciendo y la pena es que empataron. Se tenía que haber ganado».

Sindo empezó su carrera como futbolista en el Unión Ovetense, para luego transitar por el Siero, Mosconia, Sporting de Segunda División, Langreano, Zamora, Siero y Ansi de Francia. «Era un extremo que se caracterizaba por la velocidad. En una ocasión, en el Sporting de Segunda División, jugamos un equipo con todos asturianos: Tamayo, Sagrado, Rionda, Medina, Cabal, Sindo, Ortiz, Prendes, Molinucu y Sánchez. No jugué mucho aunque recuerdo cuando le marqué dos goles al Sabadell».

Colunga explica del abuelo que «me dicen que era un extremo muy rápido y algo de eso heredé. Tampoco se me olvida cuando iba a verme a los partidos y me chistaba para decirme que me saliera de la banda porque aquello era una ratonera. Me corregía mucho». El abuelo dice que Adrián «es mucho más rápido y veloz, pero le falta tener más malicia para jugar. Y eso que es muy listo». Su abuela Carmina, que escucha la conversación, ratifica que su nieto «es el mejor del mundo». Al lado tiene un santuario con la Virgen de Covadonga a la que le pone velas por el nieto.