Como acostumbra en los últimos tiempos, al Barcelona le costó más sacar billete para la final en el marcador que en el juego. Fue muy superior al Valencia, con momentos de gran brillantez, pero tardó en ponerse a la distancia de seguridad. Obcecado Messi, que se estrelló una y mil veces con Diego Alves, tuvieron que resolver los centrocampistas. A Messi se le volvió a resistir el gol, pero estuvo fantástico en todo lo demás. Desequilibró, participó en los dos tantos y dio la cara en los pocos momentos de debilidad del equipo. Porque los tuvo, sobre todo al principio de cada tiempo, ante un valiente Valencia. Pinto se trabajó la final con varias intervenciones de mérito.

El gol de Xavi, a falta de diez minutos, descomprimió el ambiente en el Camp Nou, temeroso de que se repitiese la historia de otras veces. El Barça había hecho méritos de sobra para sentenciar, pero estaba a un gol de la prórroga. Ni siquiera la superioridad numérica, por un cruce de cables de Feghouli, había aplacado a un indómito Valencia. En ese momento, el balón circuló con rapidez y limpieza por las botas de Messi, Alexis y Cesc, para llegar a Xavi con todos los pronunciamientos favorables.

Con el 2-0, el barcelonismo pudo relajarse y pasar página a algún momento de apuro aislado. Como en el arranque del partido, cuando los de Emery apretaron las clavijas muy arriba y al Barça le costaba afinar en el pase. La ausencia de Busquets complicaba un poco más las cosas, ya que el centro del campo quedaba en pies de Thiago, Cesc y Xavi. Para compensar, una gripe dejó al Valencia sin su futbolista más amenazante, Soldado.

Bien que lo echó de menos en el minuto 11, cuando un pase de Mathieu dejó a Feghouli en buena posición para batir a Pinto. El remate se estrelló en el lateral de la red y, curiosamente, marcó un punto de inflexión en el partido. Al ver a sus compañeros en apuros, Messi reculó hasta el centro del campo. Y desde allí, a más de cincuenta metros de la portería, lanzó un pase genial a Cesc, de esos que hacen dudar a defensas y portero. Alves se quedó a media salida y Fàbregas le picó el balón con total impunidad.

El gol creció al Barcelona y desinfló al Valencia, que ya no visitó a Pinto en todo el primer tiempo. Siguió vivo en la eliminatoria porque Alves compensó a su equipo con cuatro paradones, repartidos entre Cesc y Messi. Tras el descanso surgió otro partido más abierto, lo que repartió el protagonismo de los porteros. Pinto ganó credibilidad tapando un remate cercano de Jordi Alba y Alves respondió con otras dos genialidades que confirmaron que le tiene tomada la medida a Messi. El Valencia, un poco acelerado, vivía en el filo, pero un córner estuvo a punto de devolverle la ilusión. Pinto lo impidió con un desvío espectacular al bote pronto de Jonas.

Tres minutos después, Feghouli se ganaba la expulsión y dejaba a sus compañeros en situación límite. Así llegó el 2-0 y la fiesta en el Camp Nou, que celebró anticipadamente la clasificación para la duodécima final de la era Guardiola. La primera también fue de Copa del Rey, con el Athletic como rival en Mestalla. Fue en 2009, el año en que el Barça lo ganó todo.