El Sporting necesita una victoria como el comer, pero lo que alcanza son empates caseros o goleadas forasteras. Ése es el corto balance desde el cambio de inquilino en el banquillo, ahora ocupado por el eficaz Iñaki Tejada que vio cómo su equipo fue de nivel bajo en Valencia, pero terminó despeñándose por un gol en propia puerta y dos más en el descuento. Los minutos finales están resultando crueles para un Sporting necesitado. Habría que ver si hay causas físicas en el desplome final o si es fruto de los avatares futbolísticos.

El tercer clasificado de la que dicen es la mejor Liga del mundo tuvo ayer un partido plácido, cuando pudo estar llamado a ser un partido de complicaciones. Metido entre la eliminatoria de la Copa del Rey y la eliminatoria europea, si hubiera tenido enfrente un rival enérgico y decidido quizás habría pasado por problemas. Pero el rival de ayer, el Sporting, fue un equipo con escasa energía, nula decisión y cortedad de recursos en defensa y ataque. Un remate de De las Cuevas en los primeros minutos fue la única aparición ofensiva de los rojiblancos, que terminaron con el citado De las Cuevas, Bilic, Barral y Adrián Colunga en el campo para encajar los goles postreros que convirtieron el resultado en un dolor para el gentío rojiblanco.

Tras la victoria de Osasuna sobre el Barcelona en la gélida noche sabatina de Pamplona, el empate del Sporting en su campo ante los navarros pudo hasta parecer esperanzador. La goleada de Valencia no da pie para la esperanza porque el equipo anduvo muy corto de todo. Aguantó mucho partido con el uno a cero en contra, que llegó por un golazo local con lo que significa ese resultado que puede dar pie a un empate, pero el Sporting no lo acarició nunca. Las pocas llegadas del final al área del reaparecido Guaita se produjeron cuando la desgracia de Botía, con un gol en propia puerta, había cerrado el partido. El propio Botía se llevó otra desgracia, la tarjeta en la absurda decisión arbitral de considerar cesión un despeje de Gregory en la línea, desplazado Juan Pablo, que se hizo con el balón. El árbitro, caserillo siempre pero sin influjo en el marcador, mostró entonces su incapacidad laboral permanente. Pero el arbitraje fue una simple anécdota.

Lo importante es que el Sporting regresa de otro viaje con cuatro goles en el morral de la derrota, dolido por los goles y por la pobre imagen que ofreció en Mestalla. La derrota es dura, pero peores son las sensaciones que dejó el equipo, al que no se le aprecia la mejoría esperada. Los rivales ganan o empatan partidos de alto riesgo, como hizo el Racing de Santander ante el próximo visitante de El Molinón. La Liga avanza y los puntos imprescindibles para la felicidad final no acaban de llegar. Pero hay que mantener la esperanza en ellos, siempre que los jugadores no bajen los brazos, que no parecen haberlos bajado aunque no anden sobrados de energía para hacer frente al desafío. Por cierto, a algunos quizá les venga bien el regalo de un balón, para que se queden con él. Pero, en fin, a la decimotercera derrota hay tantas cosas que mejorar...