Se acabó la pesadilla. El asistente Jose Manuel Fernández Miranda, que se recuperaba de un ictus cerebral, volverá el sábado (18 horas) a un terreno de juego para ser el asistente de César Muñiz en el partido de Primera división entre Betis y Getafe, que se disputará en el sevillano Benito Villamarín. «Estoy encantado de la vida. La enfermedad es ya agua pasada», aseguraba ayer el asturiano.

La pesadilla para Fernández Miranda comenzó el 10 de octubre del año pasado. Ese día el colegiado llegó a Italia, donde iba a ser uno de los árbitros asistentes de Mateu Lahoz en el encuentro internacional entre las selecciones de Italia e Irlanda. Nada más llegar a se comenzó a encontrar mal, a sentir mareos y a vomitar. Tras unos días en un hospital italiano fue trasladado a la unidad de ictus del Hospital Central de Asturias. Allí pasó una larga recuperación. Una vez superado el susto llegó el aburrimiento. Pero todo acaba y ahora se encuentra en plena forma para regresar e los terrenos de juego y hacerlo, como siempre, junto al también asturiano César Muñiz.

«Físicamente me encuentro muy bien. Llevo un par de meses entrenando. Es una etapa de mi vida que ya pasó y ahora toca empezar de nuevo tras pasar una etapa mala en mi vida», explicaba a este periódico un Fernández Miranda al que se le notaba en la voz la alegría por recuperar una rutina que echó mucho de menos cuando pasaba las horas muertas en la cama del hospital.

El sábado, cuando comience a rodar el balón, Fernánde Miranda recuperará sensaciones: «Tengo muchas ganas de empezar y de sentirme como antes, volver con mi vida», dice. Estos tres meses de trabajo ha estado acompañado por Jose Manuel Díez Gómez, Visi, su preparador físico, por Franciso Villanueva, Chesco, también árbitro asistente, en este caso en Segunda división, y por el propio Muñiz.

«Ha ido todo muy bien. No ha sido especialmente duro volver a ponerme en forma. Notaba la mejoría día a día», explica el colegiado sobre su proceso de recuperación.

Ya en el hospital Fernández Miranda trató de ver la cara positiva de las cosas: lo que no llegó a pasar y el ver que el daño causado por el ictus no había sido importante ayudó en esa actitud positiva con la que el asturiano recibía a los que se acercaban a visitarle. Ahora reconoce que lo que le ha sucedido le ha ayudado a «valorar mucho cosas a las que antes no dabas tanta importancia. También le doy más importancia ahora a la familia y a los amigos».

La principal enseñanza que ha sacado este ovetense de 35 años es que «todo lo demás tiene solución. Lo importante es la vida».