Luanco, Nacho AZPARREN

Idénticos como dos gotas de agua, las cicatrices se convirtieron en la forma más segura de diferenciarlos. Los veranos en Verdicio fueron el primer ejemplo. Una marca en la barbilla de Carlos servía para identificarlo respecto a su hermano Álvaro a la hora de hacer los equipos. Las pachangas en el prado del pueblo se convertían en el epicentro del día y entre los más pequeños sólo los gemelos tenían el privilegio de jugar con los mayores. Carlos era habitualmente elegido antes que su hermano Álvaro. Los dos hacían de improvisados delanteros toreando a chavales más desarrollados físicamente, pero con menos talento.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Álvaro se ha afianzado en la defensa mientras Carlos continúa con su labor goleadora. Algunos cambios sí son evidentes. El paso de los años ha eliminado la marca en la barbilla de Carlos, pero las cicatrices proliferan ahora en una zona mucho más complicada para un futbolista: las rodillas. Su última rotura de ligamentos, la tercera en su corta carrera, de la que se encontraba totalmente recuperado, fue la que evitó que los dos hermanos se reencontraran ayer en un terreno de juego.

Carlos se había roto los ligamentos nada más aterrizar en Luanco. Encarando la recta final de su recuperación, el delantero se presentaba como refuerzo de lujo para el Marino en el tramo último de la campaña. La mala noticia llegó en forma de carta la semana pasada a la sede del club luanquín. En el comunicado, la Mutualidad de Futbolistas Españoles informaba al Marino que la rodilla de Carlos no reúne las condiciones necesarias para la práctica del fútbol. La curiosidad radica en que la rodilla en cuestión no era la lesionada este verano, sino otra operada hace algunos años atrás.

Moralmente tocado por la noticia, Carlos acudió ayer a Miramar dispuesto a olvidarse por unos minutos de la mala noticia. Poder ver a su actual equipo ante su hermano gemelo suponía la excusa perfecta para desconectar durante hora y media.

Desde la grada de Miramar se llevó la sorpresa del día. Minutos antes del comienzo del partido, Marino y Oviedo saltaron al terreno de juego con idénticas camisetas blancas. Las zamarras portaban un lema: «Ánimo Carlos». El futbolista observó la escena con sorpresa junto al resto de compañeros no citados para el partido. «No sabía nada. Ni mis compañeros ni mi hermano me habían comentado lo de la camiseta. Fue un detalle», asegura Carlos, emocionado por el gesto. «La carta de la Mutualidad me pilló por sorpresa, como a todos en el Marino. Es una faena, pero hay que aceptarlo», razona el delantero.

El destino ha querido que el mal trago haya llegado en el único momento que los hermanos García Cuello no comparten vestuario. Hasta ahora siempre han ido de la mano. Desde que dieran sus primeras patadas en El Requexón hasta coincidir en el Vetusta el año pasado, incluyendo sus pasos por Astur o Valladolid.

Toda la suerte que le ha faltado a Carlos este año ha recaído en su gemelo, que ha pasado en unos meses del Vetusta a pieza básica del primer equipo. «Álvaro se merece lo que le está pasando. Al comenzar la pretemporada con el primer equipo le dije que lo hiciera lo mejor que pudiera y que si llegaba la oportunidad, que lo veía complicado la verdad, que lo aprovechara», comenta su hermano. «Yo decidí venirme al Marino porque quería seguir jugando en Segunda B y era la opción más clara para hacerlo. Álvaro tomó otra decisión y al final le ha salido todo redondo», añade. «Ahora sólo le aconsejo que aproveche el momento y que lo disfrute, eso es lo más importante», sentencia.

Álvaro salió victorioso ayer con el Oviedo en Miramar con otra actuación notable, en la línea de las que lleva firmadas toda la temporada. A su hermano gemelo le tocó seguir el encuentro desde la grada, en un momento en el que su carrera en el fútbol corre peligro. Acostumbrado a lidiar con las lesiones, el asturiano sopesa ahora las opciones que le quedan para lograr el alta médica. Este nuevo obstáculo es sólo uno más en la larga lista de dificultades encaradas por el delantero. Las cicatrices en sus rodillas se encargan de recordar todo lo que ha logrado superar hasta ahora.