Desde la distancia queda la impresión de que Javier Paredes puede estar viviendo los momentos más duros de su carrera deportiva. El Zaragoza es colista de Primera División, el club está en proceso concursal, la afición está en guerra con el propietario, Agapito Iglesias, y hace apenas diez días el entrenador, Manolo Jiménez, se declaraba avergonzado con sus jugadores. Paredes, más responsabilizado si cabe por su condición de capitán, pone las cosas en su sitio al remitirse a una fecha marcada a fuego en la historia del oviedismo, el 21 de abril de 2002: «Mi primer partido en el Tartiere con el Oviedo fue aquel contra el Elche que acabó con invasión del campo y del palco».

Después de cinco años en el Zaragoza, Javier Paredes Arango (Oviedo, 5 de julio de 1982) se siente un zaragocista más. La última prueba, las imágenes de la celebración del gol de la victoria del pasado domingo frente al Villarreal (2-1), cuando se abrazó a un compañero con lágrimas en los ojos. «He vivido aquí unos años muy intensos, me identifico con la ciudad y con la gente, y este club va a estar siempre muy presente en mi vida. Me gustaría volver a ver al Zaragoza en posiciones que le corresponden por historia».

Para relativizar el clima de tensión en La Romareda, Paredes se remite a aquel Oviedo-Elche de la temporada 2001-02, que acabó con 3-6, provocando el estallido de la afición azul: «Fue mi primer partido en el Tartiere con el Oviedo. Era una etapa muy difícil del club, diferente a la que estoy viviendo en Zaragoza. Era un canterano, acababa de llegar al fútbol profesional. Ahora soy un veterano, con experiencia en Primera. Quizá aquello me sirve para afrontar esta situación».

Aquel 21 de abril de 2002 marcó el inicio del fin de la etapa de Eugenio Prieto al frente del Oviedo. La afición del Zaragoza lleva un tiempo en guerra con el dueño del club, Agapito Iglesias. Según Paredes, «la situación institucional del club es difícil. Ha habido manifestaciones, algo totalmente legítimo que la plantilla respeta. Además, la gente siempre ha apoyado al equipo, a veces más de lo que merecíamos. Los capitanes estuvimos reunidos con representantes de las dos peñas más significativas y les pedimos que confiaran en nosotros para intentar revertir la situación».

Este catálogo de buenas intenciones pareció irse al traste después del partido de La Rosaleda, donde el Zaragoza recibió un 5-1, sobre todo por unas duras declaraciones de Manolo Jiménez, en las que se quejaba del compromiso de los jugadores. Paredes, que aquel día fue suplente, aclara: «Antes de la rueda de prensa, el entrenador nos dijo eso mismo en el vestuario, que es lo que queremos los jugadores, que se hable de cara. La plantilla lo aceptó porque lo que pasó en aquel partido desde el minuto 70 no se puede repetir. Quizá eso nos vino bien para el partido con el Villarreal».

Ese 2-1 del pasado domingo, con el gol de la victoria en el descuento, parece confirmar que el Zaragoza no ha bajado los brazos: «Después del partido de Málaga hubo una corriente a nivel nacional, que nos daba por descendidos. Esa semana me tocó hablar y, aunque no soy de hacer cuentas, aseguré que mientras hubiera puntos en juego el equipo no iba a rendirse. El domingo, en el minuto 80, parecía que estaba todo perdido y remontamos».

En cualquier caso, Paredes y sus compañeros no tienen la sensación de que esté en juego la misma supervivencia del Zaragoza: «Como está en concurso de acreedores, el club económicamente es viable. Por eso no creo que el descenso de categoría supusiera la desaparición».

Paredes, que ya ha vivido de todo en el fútbol, se fía de las sensaciones que le transmite el vestuario: «Si no viese esa confianza en mis compañeros, mis palabras serían otras. Esta temporada estoy viendo como llega la gente después de una derrota y como se recupera para el partido siguiente. Me transmiten el convencimiento de que se puede lograr. Quedan muchos puntos en juego, aunque sólo pensamos en ganar el próximo partido».

Aunque ahora todos sus desvelos están con el Zaragoza, Paredes no olvida sus orígenes: «El Oviedo es un club histórico y, para mí, un sentimiento. Uno de mis sueños era debutar con el Oviedo en Primera División y me gustaría hacerlo. Me encantaría ver al Oviedo en Primera cuanto antes. El equipo donde nací, en el que me crié futbolísticamente y me gustaría volver de lo que sea». Aunque ha echado raíces en Zaragoza, el defensa cree que tras dejar el fútbol se afincará en Oviedo: «Lo más probable es que al Tartiere vuelva como aficionado, algo que nunca he dejado ser».