Su contratación en verano desató cierto revuelo. No es Segunda B una categoría donde los nombres individuales destaquen de una forma notable, pero cada pretemporada suele haber uno que llama la atención. Óscar Martínez llegó al Oviedo con un gran precedente: su segunda vuelta con el Alavés. Los intentos del conjunto vasco por retenerle otra temporada y la intromisión del Logroñés en la operación añadieron algo más de emoción a su llegada.

En la recta final de campaña no puede decirse que haya sido una campaña redonda para Óscar Martínez. El delantero fue el gran damnificado, junto a Pascual, de la deriva del equipo en las primeras jornadas. Después de tirar del carro en el primer mes de competición (fue el más destacado en Leganés y contra el Toledo y volvió a marcar en Vigo), el saldo del equipo exigía algunos cambios. La entrada de un delantero de otro perfil fue una de las decisiones de Pacheta.

Desde entonces la contribución de Óscar Martínez se ha reducido a momentos puntuales, instantes de lucidez. Muchos de ellos, en los escenarios más calientes. Su tanto ante el Castilla que abrió la lata o el que hizo en Lugo forman ahora mismo la parte más destacada de su currículo azul, destinado a engordar en cuanto los partidos crezcan en intensidad. Hasta la fecha, el delantero suma 1.069 minutos en Liga, más que los 877 de Rubiato pero lejos de los 1.643 de Martins, y ha anotado cuatro goles, por los dos de Rubiato y otro del senegalés.

La ausencia de Martins (sancionado) y Rubiato (aún arrastra molestias) le abre las puertas de la titularidad el domingo ante el Coruxo. Formaría pareja atacante junto a Manu Busto, una circunstancia que no se ha dado habitualmente desde el inicio de año. El Oviedo necesita de la mejor versión de Óscar para su asalto a los puestos de cabeza. El gallego necesita demostrar por qué su contratación fue recibida con tanta ilusión. Calidad tiene de sobra.