De lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso, como de la bronca a la fiesta, un zurdazo de Lora, el comodín que lo mismo juega de lateral que de centrocampista, que de pivote que otra vez de lateral. Cuando las buenas gentes rojiblancas mostraban su enfado por la doble marcha de Barral y Adrián Colunga y la doble entrada de Ayoze y de Sangoy, Lora, Lorita, Lora hizo uno de los goles del año, el del empate a dos, preámbulo del gol de Sangoy, el de la victoria, el que reabre la puerta a la esperanza. Sangoy pareció besar el piso de El Molinón, escena que no se recuerda desde el homenaje a Quini, cuando éste, en memorable momento, se agachó y besó el césped cuando se retiraba. El Sporting ha ganado un partido después de semanas sin hacerlo, ha dejado la cola al Racing de Santander, ha dormido a cuatro puntos de la salvación, a la espera de lo que hagan hoy el Villarreal en el regreso de Pellegrini y Cazorla con el Málaga, y Javier Clemente se ha reivindicado como entrenador, casi como en el Camp Nou cuando el antológico doble cambio tras la expulsión de Piqué. El partido que iba a sentenciar a medio mundo sirve para revitalizar la esperanza de la salvación. Y el sábado, el Bernabeu.

El Sporting, que perdió en casa dos partidos clave ante rivales de menor entidad que el Levante, como fueron el Mallorca y el Zaragoza, se deshizo de la revelación de la temporada como le suele gustar: a lo loco, cuando todo parecía perdido, cuando las fuerzas parecían apagarse y las gradas mostraban su enfado. El Sporting no está para partidos excelsos, pero el de anoche tuvo su mérito porque salió con ganas y decisión, y pareció acogotar al admirable Levante, que tuvo que pasar por varios apuros en los primeros minutos, pero pronto, en su primer ataque, marcó gracias a un centro de Javi Venta y un cabezazo impecable de Valdo. Los valencianos tomaron entonces el mando de las operaciones y tuvieron minutos de rango, pero una mala salida de la zona defensiva, un balón que recibe Trejo y que resuelve con maestría, con un impecable giro de tobillo. Y vuelta a empezar.

Tras el descanso, nueva salida de un Sporting decidido, pero de nuevo el Levante justificó su puesto. Otra ventaja y otros minutos de mando visitante en los que los visitantes pudieron hacer su tercer gol. Pero no llegó pese a las claras oportunidades. Y cuando el caos, en las gradas y en el campo, apareció alguien que inspiró a Lora para que armara la pierna izquierda y lanzara aquel bendito tiro que se coló en la portería de Munúa tras dar en un poste. El Sporting, lleno de calambres y de la vergüenza torera que no tuvo sin ir más lejos en Getafe, mantuvo la ofensiva hasta que Sangoy, tras dos caídas casi seguidas, agarró otro bendito tiro para desbocar la alegría rojiblanca tantas semanas escondida por los resultados. La noche era rojiblanca porque el cabezazo postrero de David Navarro se estrelló en el larguero. La victoria volvía al Anfield del Piles, que vuelve a echar cuentas para una salvación que pareció imposible y que ahora vuelve a ser posible. Con Clemente en el banquillo.