Pese a que puso fin a una pertinaz sequía de 32 años, los que mediaron entre la sexta y la séptima Copa de Europa, Jupp Heynckes no dejó huella en su paso por el banquillo del Real Madrid. De hecho, antes de disputar la final de Amsterdam frente a la Juventus el técnico alemán ya sabía que no seguiría en la siguiente temporada. Ahora, Heynckes es el penúltimo obstáculo en la carrera del madridismo hacia la Décima.

Jupp Heynckes llegó al Madrid en un momento complicado, en el verano de 1997, tras la espantada de Fabio Capello. El italiano cumplió deportivamente, al lograr el título de Liga, pero el Bernabéu nunca aceptó su estilo de juego. Heynckes heredó un equipo campeón, pero también una plantilla complicada, un vestuario que nunca llegó a dominar totalmente. Los problemas se reflejaron en un cuarto puesto en la Liga, a once puntos del campeón, el Barcelona.

Mediada la temporada, todos los esfuerzos del club se centraron en la Copa de Europa. Los pesos pesados de aquel equipo (Hierro, Sanchís, Panucci, Raúl, Redondo, Roberto Carlos y Mijatovic) dieron un paso al frente y, sin desacreditar públicamente a Heynckes, optaron por la autogestión. Tras al 1-0 del Amsterdam Arena, con el recordado gol de Mijatovic, el técnico alemán no quiso hablar de su futuro. Fiel a su talante, siempre alejado de la polémica, a lo más que se atrevió un año después fue a reconocer que en el Madrid no se había sentido tan respetado como en otros clubes.

«No tuvo todo el reconocimiento que merecía», destaca Sanchís, que ahora ejerce de comentarista de Televisión Española. El entonces presidente, Lorenzo Sanz, justificó su decisión de destiturile: «Heynckes no podía seguir porque no podía con la plantilla. Él mismo lo reconoció. El vestuario se lo comió poco a poco. No fue capaz de imponer la disciplina necesaria».

Heynckes, que había llegado al Madrid tras una brillante trayectoria en el Borussia Mönchengladbach, Bayern, Athletic de Bilbao y Tenerife, se tomó una temporada sabática antes de volver en el Benfica. Fue el trampolín para su segunda etapa en el Borussia, Athletic, Bayer Leverkusen y, para cerrar el círculo, el Bayern Munich. El presidente, Uli Hoeness, le encomendó la pacificación de un equipo en llamas por la personalidad de Van Gaal y con la final en el Allianz Arena como gran objetivo. Por eso, ayer Heynckes habló de «una motivación extrema» de sus jugadores.

«¿Cuando volverán a tener la posibilidad de jugar la final de la Liga de Campeones en su propio estadio? Es algo que normalmente sólo pasa una vez en la vida», dijo Heynckes, que con la Liga perdida afronta un panorama parecido al de su temporada en el Madrid.