El dominio del Barcelona llegó a incrementarse en la segunda parte, pero fue una vez más un dominio «sordo», falto de verdaderas ocasiones. Ello invitó aún más al Madrid a cerrar las filas en campo propio, a jugar «a lo Chelsea», a cortocicuitar ese tiqui-taca del Barça que no siempre por bello conduce al gol. Le pasó recientemente a los de Guardiola en San Siro ante el Milán; el pasado miércoles en Londres ante los de Abramovich y ayer ante el Madrid.

Thiago rompió la monotonía en el 55 con un pase entre líneas a Tello que el canterano envió a la grada ante Casillas. Y vuelta a empezar, con toques y retoques hasta que en el 68 Xavi firmaba su última acción del partido con un disparo desde fuera del área que salía desviado por muy poco.

En eso se fue Xavi, entró Alexis y el partido se revolucionó. El chileno acabó cazando en el 70 el enésimo rechace de Casillas a la envestida azulgrana, con remates sucesivos de Tello y Adriano tras una cabalgada de Messi. El empate despertó a una afición más pendiente entonces de guarecerse de la lluvia que de animar a los suyos, pero la ilusión generada fue directamente proporcional al disgusto recibido con el mazazo final de Cristiano Ronaldo tres minutos después en otra jugada «Made in Madrid». Gran pase a Özil al hueco, el portugués que exprime su velocidad para ganar a Mascherano y que remata a gol ante la salida de Valdés.

Fue una respuesta tan rápida como contundente. Decisiva y definitiva. Un gol que vale una Liga y al delantero blanco para adelantar otra vez a Messi en esa carrera loca que ambos llevan por la «Bota de oro». 42 goles ya suma el portugués, otro récord absoluto en la Liga.

A Guardiola ya no le quedaba más que mover desesperadamente el banquillo buscando soluciones y a Mourinho para dejar pasar el tiempo. No hubo para más, ni tiempo queda a unos para lamentos ni a otros ahora para celebraciones. La Liga cambia de manos, pero Europa espera a ambos para que el próximo clásico sea en mayo y en Múnich.