El encuentro mutó de combate de boxeo a partida de ajedrez. Con el descenso de excitación que conlleva ese cambio. Mario Gómez y Benzema sondearon la portería contraria, pero como meras aproximaciones, aunque la oportunidad más clara llegaría al borde de la bocina. Robben ingresó en el área blanca como quien sale de paseo dominguero, sirvió el balón -algo inusual, hay que reconocerlo- a Mario Gómez, que convirtió el disparo más sencillo en la ardua tarea de completar el cubo de Rubik. Tras el enredo respiró el Madrid. Lo iba a necesitar para la prórroga.

Superados los noventa minutos, las explicaciones futbolísticas tienden a ser irracionales. La historia del fútbol está repleta de batallas épicas que convierten treinta minutos en duelos de ida y vuelta, ocasiones marradas por el cansancio, gemelos que se suben... y todas esas escenas cercanas al dolor que atraen la morbosa atención del espectador. No ocurrió esta vez. Los treinta minutos de prolongación fueron una mera continuación de los anteriores. Se jugó una prórroga demasiado cerebral.

Apenas un par de incursiones madridistas sirvieron para aumentar los decibelios. Cristiano pareció acusar el paso de los minutos y Kaká, los de la inactividad. Hace varias temporadas que tiene aires de ex jugador.

Con el miedo por bandera, los dos contendientes aceptaron que se resolviera a los puntos. La fe inquebrantable en Neuer y Casillas estaría justificada.

Entonces llegó la escena ya descrita. Mourinho, en el centro de los focos, dirigió un mensaje corto y nítido a sus pupilos. No hubo caras alegres ni gestos de optimismo. Neuer, a carcajada limpia con un miembro del banquillo, se acercó al área elegida. Lo esperaba Casillas para el duelo de milagros.

Ahí es donde el ogro emergió de la nada. Hubo quien creyó ver a Beckenbauer, Augenthaler, Rummenigge, Kahn o Effenberg encaminarse a los once metros. No los vio Casillas, que en su papel habitual de hombre predestinado al éxito blocó los lanzamientos de Kroos y Lahm cuando nadie veía el futuro blanco. Pero Neuer también tiene su ángel. Y sus reflejos felinos que le sirvieron para atajar estéticamente los disparos de Cristiano Ronaldo y Kaká. Con todo igualado, Ramos envió su lanzamiento a las nubes y Schweinsteiger convirtió. El verdugo pasará ahora a la lista negra del Madrid. Siempre palpable cuando es el Bayern el que está enfrente. Más doloroso cuando se trata de una Copa de Europa que se veía tan cerca.