Oviedo, Nacho AZPARREN

Como el resurgir del ave fénix impreso en el lujoso autobús del club, el Oviedo se ha habituado a resurgir de sus cenizas. En una curiosa forma de avanzar en la competición, los de Pacheta han logrado levantarse cuando pocos apostaban por ellos. La visita a Tenerife vuelve a situar al Oviedo entre la espada y la pared. De nuevo. El territorio donde otros equipos son engullidos por la ansiedad es donde el Oviedo se hace más fuerte. Los de Pacheta se sienten cómodos con el agua al cuello. Así ha ocurrido todo el año.

El inicio de campeonato fue todo menos un estreno soñado. La maquinaria de Pacheta aún chirriaba y el proyecto se tambaleó a las primeras de cambio. El Oviedo llegó a Majadahonda para enfrentarse al Atlético B en un mar de dudas: los resultados fueron tan adversos que el técnico cambió sus apuntes. Buscaba la reacción, algo de oxígeno. El 18 de septiembre el Oviedo celebró San Mateo con una sufrida victoria ante el Atlético B. Manu Busto y Xavi Moré, en dos ocasiones, firmaron la primera victoria azul en la Liga. La victoria sirvió para abandonar los puestos de descenso.

Pero la reacción no llegó. Empezar a paso cambiado fue una rémora demasiado pesada que estalló en Alcalá de Henares. En la novena jornada, los azules recibían al Vecindario, colista por entonces y que no conocía la victoria, más cerca de Tercera que de Segunda B. Fue el primer plebiscito.

En un encuentro extraño, los azules se impusieron por tres a cero. Juanma, Busto y Pelayo firmaron los goles y expulsaron toda la tensión acumulada. Llegaría entonces la reacción azul, el famoso rodillo que se aupó a la parte alta de la tabla.

Pero al equipo le faltó regularidad. También argumentos futbolísticos para optar a cotas más altas. Tras la Navidad, el equipo sacaba con sufrimiento los partidos del Tartiere, auténtico sustento en los malos momentos. El partido que se suponía clave en el devenir de la temporada era ante el Marino, en Luanco. Otra vez la presión apretaba, otra vez el equipo cumplió gracias a dos goles de Nano que evitaron que el Oviedo se descolgara del cuarto puesto.

Como el Oviedo es el único equipo capaz de tropezar varias veces con la misma piedra, la dinámica fuera de casa volvió a ser nefasta. Derrotas dolorosas y oportunidades perdidas se juntaron antes de la visita del Castilla, líder destacado de la categoría. El Oviedo no podía fallar. Y no lo hizo.

El gol de Óscar Martínez dejó a los azules con vida. El tronco al que se agarra el Oviedo para seguir arriba se pondrá de nuevo a prueba en Tenerife. Para los chicharreros también es una final anticipada, pero nadie mejor que el Oviedo sabe lo que es resurgir de sus cenizas. Lo lleva impreso en su ADN.