«No me ha dicho nada. He subido a verle como los días, nos hemos dado la mano y ha sido una despedida formal. Gracias a ti, gracias a mí y hasta la próxima». No hicieron falta más palabras. Manuel Vega-Arango y Javier Clemente son gente de fútbol, curtidos por años de experiencia. Por eso, a la vista de los acontecimientos sucedidos en los últimos meses, bastó un apretón de manos y una última mirada a los ojos para que ambos entendieran que aquello era una despedida. Clemente pasó la jornada de ayer en Asturias y esta mañana emprenderá el regreso a Zarauz. El técnico se va sin acritud, contento de haber trabajado en el Sporting y triste por no haber podido agradecer la llamada del club gijonés logrando la permanencia.

Mientras abre el maletero y coloca una bolsa de deporte con el escudo del Sporting sobre sus palos de golf, Javier Clemente firma sus últimos autógrafos en las instalaciones de Mareo. Tras volver a pasar por el vestuario para las últimas despedidas, tomó el camino de las oficinas. Como cada día durante su estancia en Gijón, al acabar el entrenamiento y sin necesidad de concertar una cita previa, Clemente acudió a saludar al que todavía era su presidente. Fue una conversación rápida, apenas unos minutos para despedirse, porque ya estaba todo dicho. Javier Clemente queda ahora a la espera de que el teléfono vuelva a sonar y lo llamen de otro club para buscar un milagro. El ex seleccionador se ha especializado en causas perdidas.