El Sporting sacó un punto de San Mamés, donde mostró dos caras bien diferenciadas: la de un equipo que tiene vida y que tiene fútbol para salvarse, y la del colista, título con el que empezó el partido, encogido, timorato e incapaz de llegar a la portería rival en el final del primer tiempo y en un largo rato del segundo. El gol postrero de Lora, el primero que logra desde que subió al primer equipo y en el día en que, necesidades del servicio, tuvo que jugar de lateral zurdo, representa una carga de ilusión que ha de mantenerse pese a la victoria del Villarreal en Vallecas (los aires de grandeza vallecanos se vienen abajo con resultados como el de ayer) y hasta por el empate del Racing en Sevilla, ante el Betis. De la victoria agónica del Zaragoza ante el Atlético de Madrid, mejor no hablar porque los maños son los próximos visitantes del Anfield del Piles, el sábado, a las seis de la tarde.

El Athletic Bilbao está viviendo uno de esos años felices que tan bien saben en algunos campos. La final de Copa del Rey y el paso firme en la competición europea, con el baño al Manchester United como cúspide, tapan el bache actual de los vascos, que llegaban de perder tres partidos consecutivos pero que encontraron un aliado esperado, el del árbitro Iglesias Villanueva, que frió a los gijoneses a tarjetas y les señaló un penalti absurdo en un salto entre Llorente y Botía, con amonestación, cómo no, para el visitante. Habrá que recurrir y esperar que el comité haga lo mismo que con Sergio Ramos, ese comité que, según Pep Chanel Guardiola, no merece respeto. Y lo dice con razón porque no se ha olvidado de cuando el Barcelona, con él como capitán, se negó a jugar un partido de Copa, ni cuando la grada llenó de objetos el campo, con botellas y cabezas cochinillo incluidas y el cierre quedó en nada. Allí pudo comenzar el descrédito de los comités.

Pero en San Mamés Muniain se pidió el lanzamiento del penalti y se encontró con Juan Pablo, que ya tiene que haber ganado este año el «Molinón de plata». Lo contrario exigiría la supresión del premio. El empate sin goles se mantenía porque los vascos no están finos y el Sporting estaba bien plantado en el césped. Avanzaba el partido y el Sporting se quedaba muy atrás porque no encontraba fórmulas para acercarse a la portería local. El árbitro pitaba a favor del viento y frió a faltas a los gijoneses, que salieron airosos de todas. Pero una aparición de Muniain con pase a De Marcos acabó en gol de éste. Quedaba poco y parecía que todo estaba perdido. Pero el Sporting se echó arriba y Lora marcó el gol de su vida tras jugada de Barral.

La distancia con la salvación ha aumentado, pero el resultado enseña que aunque el perro sigue envenenado, se ha encontrado el antídoto y aún no ha muerto. Porque la primera media hora del primer tiempo y el cuarto de hora final del segundo dan pie para reabrir las puertas a la esperanza, aunque la dificultad sigue siendo enorme. Pero hay que agarrarse a la mejoría que se observa en bastantes zonas del campo rojiblanco. Nada está perdido todavía.