Las dos experiencias anteriores de Carlos Ruesga con la selección española en grandes campeonatos fueron tan desalentadoras que el de hoy se presenta como el partido de su vida. El gijonés espera que le sigan otros dos, señal de que hoy (19 horas) España gana a Alemania y entra en la lucha por las medallas. En las semifinales esperarían Rusia o Eslovenia, en teoría más asequibles que los alemanes, pero Ruesga prefiere no elucubrar. «Tengo muchas ganas de que llegue este partido y ayudar al equipo».

Para los dos asturianos de la selección española de balonmano, el Campeonato del Mundo tiene un significado especial, al margen de que se juega en casa. Será la última gran competición de Alberto Entrerríos, que dejará la selección para centrarse en su club, el Nantes. Lo hará, en cualquier caso, con un palmarés envidiable: campeón del mundo en 2005, bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y del Mundial 2011, y plata en el Campeonato de Europa 2006.

En cambio, Ruesga formó parte de la selección española en dos de sus peores campeonatos en los últimos años: novena en el Europeo de 2008 y decimotercera en el Mundial de 2009. Por eso el partido de hoy tiene un interés añadido para él, aunque aclara que, «antes de empezar, el campeonato ya era la competición más importante de mi carrera porque se jugaba en casa y con opciones reales de hacer algo grande. Pero sí, el de hoy es uno de los partidos más especiales para mí».

Pese al vértigo de lo nuevo, Carlos Ruesga tiene a sus 27 años la serenidad suficiente para no distraerse con objetivos lejanos. Y, además, participa del discurso que repiten estos días tanto el seleccionador, Valero Rivera, como sus compañeros: «Sería un error pensar más allá del partido con Alemania, que es una potencia mundial y se clasificó primera de grupo después de ganar a Francia. Es una selección parecida a la nuestra, no con uno o varios jugadores estrella, sino con un bloque muy fuerte, sobre todo en defensa».

En el aspecto personal, Carlos Ruesga está conforme con su rendimiento y con el papel que le ha asignado el seleccionador: «Valero ya nos advirtió antes de empezar el campeonato de que la diferencia entre España y el resto es que podemos participar los 16 jugadores sin que baje el nivel. En ese sentido sabía que mi rol era secundario, para dar descanso a algún compañero o aportar aire fresco cuando el juego esté un poco atascado. Estoy contento con mi rendimiento».

En ese sentido, el partido con Hungría supuso un punto de inflexión en la carrera internacional de Carlos Ruesga: «Contra Australia cogimos confianza, pero el de Hungría sirvió a los que no participamos mucho para demostrar que podemos afrontar la responsabilidad en los minutos decisivos. Quería que el entrenador viese que podía contar conmigo».

Pese a que España asume la responsabilidad de llegar lejos por su condición de local, Ruesga asegura que está disfrutando de cada jornada del Mundial: «Es para estar orgullosos porque en nuestros partidos siempre están los pabellones llenos, con la gente volcada con la selección. Nunca me he sentido especialmente presionado en el campeonato. Estamos en una situación en la que les gustaría encontrarse al resto de selecciones. Tenemos la presión justa y necesaria, la responsabilidad de hacerlo bien. Por eso no damos un balón por perdido en cada partido».