Un simple vistazo al terreno de juego invitaba a pensar que quizá no sería la tarde de Manu Busto. El cántabro es uno de esos futbolistas a los que las condiciones externas pueden afectar de una forma más evidente. Sarriugarte acabó con una de las dudas más acuciantes una hora antes del partido. Manu Busto, que había recuperado su puesto en Fuenlabrada, seguiría actuando por detrás del punta. El regreso de Casares tras su sanción (se había hecho con el puesto en las últimas jornadas) y la llegada de Pepe Díaz suponían serias amenazas para la continuidad del cántabro. Pero Sarriugarte mantuvo su apuesta.

El cántabro estuvo 77 minutos sobre el terreno de juego y se comportó en su línea habitual. Busto puede estar ausente durante varios minutos para sacar el genio cuando nadie cuenta con él. Su primera intervención en el partido coincidió con el primer tanto del Oviedo. No parece ser casualidad.

Busto había ideado el ataque del primer gol con un buen pase sobre Cervero. Después llegó el pase del delantero, el error grosero del central y la definición de Cerrajería. Su colaboración pareció darle confianza, a pesar de que el comienzo no había sido bueno: perdió los tres primeros balones que llegaron a sus botas.

A los nueve minutos pudo ampliar la cuenta con un disparo que el campo se encargó de frenar. Pero lo mejor del atacante estaba aún por llegar. Su primera intervención decisiva llegó al rebasar la media hora. Como ocurre cuando está en el campo, las jugadas a balón parado son territorio exclusivo de Busto. El saque de esquina desde la izquierda del ataque fue la excusa adecuada para tirar una pared con Xavi Moré, que se había acercado a la esquina. El balón fue teledirigido entonces por la bota diestra de Busto al corazón del área. Allí apareció Álvaro para rematar con contundencia a la red. El 2-0 prácticamente acabó con el Sanse.

El Oviedo bajó el ritmo hasta llegar al descanso. Durante los primeros 45 minutos, Busto alternó pérdidas en el centro del campo con pases milimétricos a la espalda de los centrales. Al descanso, el cántabro había intervenido en dieciocho ocasiones, con nueve pases buenos, ocho pérdidas y un disparo a puerta.

En la segunda mitad, el delantero azul estuvo más ausente. Pero sus contribuciones esporádicas sirvieron para firmar la goleada. Busto repitió el papel de asistente en el tanto de Baquero, tras un buen centro del cántabro.

A los 77 minutos el Tartiere le tributó una sonora ovación de despedida. Se fue con trece pases buenos, diez pérdidas, un disparo y dos asistencias de gol.