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El segundo acto hizo que la cosa explotara. Si uno se traslada mentalmente al minuto 90, le queda la sensación de que el Oviedo dejó escapar vivo a los blancos. Muchas de las razones pueden buscarse en la ausencia de picante de la primera mitad. Nada que ver con lo ocurrido tras el descanso.

Todo comenzó con el tanto del Madrid. El correoso Burgui se topó con un balón en la frontal y no se le ocurrió mejor idea que disparar a la red. El Oviedo, golpeado de nuevo, viendo cómo el primer puesto se convertía en quimera, tiró de orgullo. Lejos de venirse abajo se dedicó a embotellar al Madrid C en su campo.

Todo se redujo a balones a la testa de Cervero, máximo reboteador en el partido de ayer. El viento a favor del ataque azul también fue un aliado. La propuesta de Granero admite todo tipo de críticas estéticas, pero pocas desde el prisma de la efectividad. El Oviedo llegó con asiduidad y mereció el gol en diversas ocasiones.

A los 54 minutos, por ejemplo. Busto elevó el balón por encima de la adelantada línea defensiva local. David Fernández se decidió a la aventura, controló y sirvió al corazón del área. Cervero empujó a la red con suspense. Todo perfecto, demasiado bonito para el Oviedo. Varón Aceitón se encargó de chafar la imagen a base de silbato y de un imaginado fuera de juego que nunca existió.

Diez minutos más tarde la tuvo Moré, que había ingresado junto a Iker Alegre para fortalecer las alas. Cervero peinó y el extremo cruzó en exceso ante la meta local. Casares pidió entonces la vez. Lo intentó en dos disparos secos, duros, pero al centro.

El Madrid había desaparecido por completo del campo y el Oviedo se comía a bocados el mismo. La fortaleza mental de los de Granero quedó demostrada. El equipo no desfalleció a pesar de las dificultades encontradas y tuvo su premio. Un defensa del Madrid se cruzó con el brazo en la trayectoria de un disparo de David Fernández. Penalti. Tan claro que incluso Varón Aceitón señaló en círculo.

Hasta allí se encaminó Diego Cervero, para el que convertir un penalti se ha convertido en un asunto tan rutinario como prepararse tostadas para el desayuno. Anotó, lo normal, puesto que así ha ocurrido en cuarenta y uno de los cuarenta y dos penaltis lanzados en su carrera.

El delantero unió a sus dotes como goleador las de animador de la grada en la celebración. Su tanto y sus gestos posteriores levantaron a la afición azul. Quedaban cuatro minutos y el oviedismo creyó por una vez en los finales felices.

Sólo Moré pudo disfrutar de una ocasión, pero su volea fue rechazada por el portero con firmeza. No dio tiempo para más. El Oviedo sumó un punto con buenas sensaciones en lo anímico, pero dolorosas en lo matemático. El tiempo apremia y no parece que el primer puesto sea accesible con tan poco margen de maniobra. Pero, si el equipo sigue evolucionando, habrá que tener ojo con este Oviedo de cara a los «play-off», un territorio lleno de trampas y dificultades.