Cangas de Onís,

J. M. CARBAJAL

De las nieves de los Picos de Europa al desierto del Sáhara marroquí, donde las temperaturas rondarán los 50 grados. Ese es el gran reto personal que se ha marcado un joven de Cangas de Onís, Alejandro Casero, de 32 años, ganadero en la hacienda que posee su familia en la zona de El Ceñal, cerca de la localidad de Nieda, aunque a escaso medio kilómetro de la ciudad canguesa. Además, Jandro, como le conocen sus amigos, también compagina esa labor con las ayudas que presta a los negocios hosteleros de sus progenitores.

Para resarcirse del trabajo y cultivar su hobby, el deporte, Casero se inscribió en la vigesimoséptima edición de la Marathon des Sables, una de las carreras de larga distancia más duras del mundo. Durante seis días, el millar de participantes debe recorrer 240 kilómetros de desierto del Sáhara marroquí, con etapas de 20 hasta 80 kilómetros. Por si fuera poco, los corredores deben sufrir temperaturas que rozan los 50º y cargar su equipo y comida para toda la prueba. Casero no es un novato en pruebas duras, ya que hace un par de años tomó parte en el Ironman de Lanzarote, finalizando la exigente competición (3,86 km natación, 180,2 km de ciclismo y 42,195 kilometros carrera).

El Marathon des Sables arranca el próximo 5 de abril en el Sáhara surmarroquí, un suténtico reto deportivo salpicado de osadía, compañerismo y aventura. Se trata de una carrera a pie, por etapas, en autosuficiencia alimenticia y en libertad de ritmo sobre una distancia de 240 kilómetros, aproximadamente, con la obligación para cada participante de cargar su equipo que incluye la comida y el material obligatorio. El terreno es desértico variado, piedras, zonas de antiguos lagos secos y sobre todo dunas de arena.

«Tenía ganas de hacer un reto deportivo que me llenara y me atrajo el Marathon des Sables. Todo lo que haga es desconocido para mí, ya que pasaré de la nieve de Següencu (Cangas de Onís) a los más de 40 grados del desierto marroquí», explica Jandro Casero, quien se ha preparado a conciencia para esa durísima prueba con la ayuda de un nutrido grupo de personas -médico, psicólogo, nutricionista, amigos, familiares, etc?- a las que está sumamente agradecido, especialmente a Valentín Pedregal, con el que entrené duro -«haciendo mucha montaña», matiza- durante los últimos meses.

El jueves de la semana que viene pondrá rumbo a Madrid y allí se unirá a la expedición española que, a través de un vuelo chárter, se desplazará el viernes al país africano para tomar parte en esa maratón, que se celebra ininterrumpidamente desde 1985 y en la que se han inspirado todas las demás pruebas desérticas.

El Marathon des Sables es una de las carreras más exigentes del mundo, el reto de muchos atletas de élite y de otros que, sin poseer una forma física excelente, quieren probarse a sí mismos en una lucha donde lo más importante no son las piernas, sino la voluntad y el tesón para seguir adelante. «Tendré que aclimatarme en el momento. Durante la prueba, en autosuficiencia, debes portar ropa y comida, casi toda energética, para los siete días, en una mochila con un peso máximo que oscila entre los 6 y 14 kilos. Además, la organización te proporciona en cada etapa de 8 a 12 litros de agua que debes racionarla, tanto para beber como para uso personal», manifestó ayer. «Acabar la carrera es mi objetivo», sentencia el cangués.

Más de 400 personas de organización se distribuyen el trabajo diario en la Marathon des Sables. Es como una pequeña ciudad itinerante. Más de 50 médicos supervisan y cuidan constantemente a los corredores, dos helicópteros sobrevuelan el recorrido, los 120 vehículos de organización patrullan permanentemente cerca de los participantes, un equipo se encarga de montar y desmontar el campamento y hasta un camión incinerador de basuras sigue la competición para que el desierto regrese a lo normalidad después de el paso de los corredores.