«¿Locura? Esto es Oviedo». El lema nacido desde el fondo de Ipurúa ocupado por los seguidores oviedistas sirve para ilustrar a la perfección todo lo ocurrido en las tres últimas semanas de disputa del «play-off». La pasión desmedida por el Oviedo en la temporada del milagro económico murió en Éibar, ante un rival más hecho para estas lides.

Lo de Éibar fue algo así como la continuación de lo vivido en Albacete. Eso sí, en versión reducida. Las 300 entradas facilitadas por el club armero al Oviedo podían restar el número de seguidores azules en Éibar, pero fueron insuficientes para rebajar sus ánimos. La sensación en el aficionado oviedista es que todo lo que se lograra en territorio guipuzcoano sería un regalo añadido, como si el "no" ya se tuviera de antemano. Por eso, las mentes más optimistas fueron las que se fueron abriendo paso a lo largo del día.

Para que el ambiente festivo fuera redondo se contó con la colaboración sin fisuras de la afición local. Los seguidores del Éibar tienen el espíritu del aficionado vasco clásico para el que el fútbol es una fiesta y las horas previas una excusa para confraternizar entre hinchas de ambos equipos. Incluso, se habilitaron unas carpas en la Plaza del Ayuntamiento para que los seguidores pasaran las horas previas.

Las entradas remitidas a Oviedo, 300, fueron escasas para el reguero de aficionados azules que se desplazaron a Éibar a lo largo del día. Daba igual. Los azules presentes en las gradas fueron bastantes más de esos 300: se alcanzó el medio millar de aficionados del Oviedo. Para lograr el pase a Ipurúa se pusieron en práctica diversas tácticas. La más llamativa, la de los socios "infiltrados" en el rival; el grupo de seguidores azules que el lunes se desplazaron a la localidad guipuzcoana para sacarse el abono del Éibar y tener como regalo añadido dos entradas extra de acompañante.

Otros optaron por soluciones más naturales. Casi todas con colaboración de los socios locales. La búsqueda de conocidos en Éibar fue constante durante la semana. También hubo caza en el lugar de los hechos. A lo largo del día, fue constante el ofrecimiento de localidades a grupos con camisetas azules. A pesar de las indicaciones durante la semana, los seguidores azules que se desplazaron a Éibar lograron entradas a última hora. Un grupo de seguidores azules relataban como un taxista de Éibar les había ofrecido localidades a su paso por la localidad vasca.

También ayudaron en la búsqueda las redes sociales. Un ejemplo singular ocurrió el jueves, cuando un aficionado del Éibar con dos entradas de sobra anunció en Twitter que vendía un llavero con el regalo añadido de una entrada para el choque por un precio de 50 euros. Una hora después de publicar el anuncio, había recibido más de 30 llamadas desde Asturias. Desde las siete de la tarde, los desplazados a Éibar se hicieron con Ipurúa. La estruendosa megafonía del club armero no se lo puso a los aficionados del Oviedo, pero desde la grada, el partido se tiñó de azul oviedista desde antes que rodara el balón.

En el buen ambiente reinante durante todo el día solo hubo un capítulo que emborronó la jornada. A la salida de los equipos al campo se podían ver muchas butacas sin ocupar, pese a que el Éibar había colgado el cartel de «no hay billetes». La megafonía lo confirmó: 4.600 espectadores en Ipurúa. Las 650 entradas sin vender demuestran que a la directiva del Éibar, el partido le quedó grande. Todo lo contrario que a dos aficiones sobresalientes.